Esto no es un disco de Gener
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Esto no es un disco de Gener

9 / 10
Carlos Pérez de Ziriza — 04-05-2021
Empresa — 27 Ladridos
Género — Pop

Ellos mismos dicen que esto no es otro disco de Gener, y desde luego que no lo es. En primer lugar, y seguramente esto sea una consecuencia indeseada, porque es el último: el quinteto valenciano anunció su disolución – esta vez parece que definitiva – a mediados de marzo. Ser profeta en València, y no digamos fuera de ella si procedes de allí, es como escalar el Everest, aunque hayan concurrido también otros factores más particulares que externos. En segundo lugar, porque esta es su primera entrega en castellano, algo que (paradójicamente) podría – debería: es un secreto a voces, o una necesidad a gritos – acercarles a un público más amplio justo con un disco que nace ya sin perspectiva de escenario. Y en tercer lugar, porque este cuarto álbum es el más heterogéneo, diverso, desprejuiciado, audaz y ambicioso que nunca han facturado. No tiene vocación conceptual, ni en lo sonoro ni en los textos, aunque se prolonguen algunos de los asuntos que sobrevolaban "Cante el cos elèctric", en 2018: la realidad virtual llevada a extremos poco saludables o la esquizofrenia de las redes sociales. Bueno, y tampoco repite Paco Loco a la producción, eso también es cierto: en esta ocasión es Jorge Martí (Luis Brea), con mezcla de Luca Petricca y masterización de Fred Kevorkian, quienes están tras los mandos, aunque la personalidad del grupo sea – aún escribimos en presente, nos aferramos al subconsciente para negar la realidad – tan arrolladora que ese aspecto queda en matiz.

Eso sí, en lo único que este disco sí es otro disco de Gener es en lo sobresaliente de su contenido. Da igual qué palo toquen, a qué ascua se arrimen o cómo modulen su mensaje. Ya pueden ahondar en un pop onírico (“En la hora mágica”), en la balada con vistas a la torch song clásica (“La trama principal”), en esa nueva psicodelia que empequeñece a Grizzly Bear o Dirty Projectors (“Este beso”), en el dream pop de hechizo hipnagógico y ribeteado con estribillo inapelable (“Vivir para siempre”), en el soul de ojos azules (“Tanto azul”), en la cumbia (“Mi muerte pequeña”), en el pop arrollador y exultante (“Vámonos lejos”, con el vozarrón de Carles Chiner arrasando todo) o hasta en el imponente bolero soul que cierra su minutaje por la puerta grande (“La gente joven”). Un disco sexy, distinguido, de un dominio – de su propio lenguaje y de aquellos que toman prestados de otros, que viene a ser lo mismo – absolutamente imperial. Una despedida inmejorable. En lo más alto.

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