Con el abismo bajo sus pies, Carles Chiner decidió jugárselo todo a cara o cruz. Así ideó y construyó, prácticamente en solitario, aquel "El temps del llop" (Mésdemil, 14). Al final salió cara y, como buen tahúr que sabe aprovecharse cuando la suerte le ronda, se marcó un todo o nada buscando la connivencia de Enric Alepuz, César Castillo, Pasqual Rodrigo y Vicent Todolí. Fue la mejor decisión que pudo tomar. La jugada perfecta. Acababa de armar una de las formaciones más cohesionadas de la escena valenciana. De hecho, conscientes de su celebrado directo, Chiner y los suyos decidieron cincelar su segunda criatura, "Oh, germanes!" (Mésdemil, 16), prácticamente en vivo, en los estudios de Paco Loco. Y, de nuevo, crítica y público celebraron la buena racha.
Ahora, repitiendo jugada (las instalaciones del Puerto de Santa María, las rutinas productivas), Gener vuelve a las andadas con la lección más que aprendida, y recurriendo, también, a otros efectivos elementos frecuentados. Así pues, en Cante el cos elèctric, las referencias literarias siguen vigentes (ahora, la excusa es un poema de Walt Whitman, recuperado por Ray Bradbury), de la misma forma que el espíritu conceptual (todo gira en torno a las relaciones humanas en un mundo cautivo de las nuevas tecnologías). Todo ello, remozado por elementos, marca de la casa, como los épicos arreglos, los coros atrayentes o la tremenda facilidad de Chiner para modular ese inconfundible registro vocal, que se mueve, como pez en el agua, entre baladas hipnóticas, pasajes bailables y esa sempiterna veneración por los ritmos clásicos de raíz norteamericana.
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