Gemma Ray & The Death Bell Gang
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Gemma Ray & The Death Bell Gang

8 / 10
David Pérez Marín — 26-06-2023
Empresa — Autoeditado
Fotografía — Archivo

Gemma Ray reaparece de entre las sombras, central y reluciente, en medio de un hipnótico océano de fantasmagórica y densa oscuridad. Este “Gemma Ray & The Death Bell Gang”, noveno álbum de la artista británica afincada en Berlín, nos ofrece la paleta de texturas sonoras más experimental y cinematográfica de su carrera, pariendo (junto al productor Ralf Goldkind) diez piezas evocadoras que levitan sobre una bruma de electrónica minimalista, folk sombrío y soul psicodélico marca de la casa.

Tras su aclamado “Psychogeology” (19), rebosante de preciosistas y vibrantes arreglos de cuerdas y coloridos coros, Gemma Ray, bajo el lema de “no happy shit” (pintado para la ocasión en la pared del estudio de grabación), nos sumerge con “The Death Bell Gang” en atmosféricas y fragmentadas pesadillas en blanco y negro. Surcos tejidos a base de ritmos fúnebres, ecos reverberantes y palpitante melancolía. De la vaporosa y envolvente negritud de “Procession”, a la abrasadora y asfixiante tensión de “All These Things”, pasando por la pegajosa, mántrica y temblorosa pesadez de “I Am Not Who I Am”, o el siniestro y desconsolador “no retorno” del conjuro inicial, un “No Love” que rebota como la caída libre de la esperanza en un pozo sin fondo.

“Gemma Ray & The Death Bell Gang” es un puñado de canciones que nacen tras tomar una taza de té con tu vecino e intercambiar después pistas instrumentales y vocales… Alguna vez tenía que pasar, es lo que tiene vivir al lado del estudio Tempelhof de Ralf Goldkind que, además de estar a los mandos del sonido, suma sintetizadores, bajo y flauta. Dos invitados más y parte importante de esta “Pandilla de la campana de la muerte” que acompaña a Ray (sintetizadores, guitarra y cuchillo bajo el brazo): Kristof Hahn (Swans) y las sempiternas cuerdas de su lap-steel, y la batería y percusiones de (habitual de Gemma) Andy Zammit.

Y, aunque la fina lluvia de tristeza no cesa, un astro de luz flota y todo gira en torno a él (ella): la armónica y cálida voz de Gemma Ray como latido y brújula para salir poco a poco del mal sueño. Resplandeciente y adictiva en la fragilidad onírica de “Howling”, bajo el pop sintetizado de “The Point That Tears” o en la dulzura ondulante de una “Come Oblivion” que te absorbe y, cuidado (avisados estáis), puede llegar a atraparte en un bucle infinito.

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