Gary Olson
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Gary Olson

7 / 10
Raúl Julián — 23-06-2020
Empresa — Tapete Records
Género — Pop

Hay un elegido número de artistas que son dueños en propiedad de ese tipo de pop distinguido que, además, suele acarrear consecuencias sanadoras para el oyente. Bart Davenport, Robert Foster, Lloyd Cole, Sondre Lerche, Neil Hannon o Martin Carr serían sólo algunos de los miembros de tan selecto club, en una lista en la que tampoco debería faltar el nombre Gary Olson. El que fuera líder de los añorados y por siempre reivindicables The Ladybug Transistor –desde mediados de los noventa hasta aquel excepcional canto de cisne que fue ‘Clutching Stems’ (Merge, 11)–, presenta ahora su debut en solitario.

Un estreno firmado sin tapujos bajo su propio nombre, al amparo del fiable sello alemán Tapete Records y que, dado el currículum previo del músico, podría decirse que presenta tan pocas sorpresas como alto porcentaje de efectividad y aciertos. El neoyorquino entrega un total de once canciones engalanadas con arreglos clásicos, que parecen crecer orgullosas a cada escucha adicional. Son, de nuevo, unas líneas melódicas exquisitas las que marcan el camino y también la diferencia, certificando por enésima vez a su autor como artífice destacado a la hora de completar canciones cristalinas y casi impecables. Ese pop luminoso se entremezcla con un ligero aroma a crooner, apostando por la atemporalidad contrastada de unas preferencias que ya manejaban en los ochenta The Blue Nile o los Prefab Sprout de Paddy McAloon. Así van apareciendo destacadas como “All Points North” o el trío inicial formado por “Navy Boats”, “Giovanna Please” y la soberbia “Some Advice”. Por su parte, la instrumental “Initials” ejerce como interludio en el ecuador de la referencia, antes de que el autor deje otras gemas concretadas en “Afternoon Into Evening”, “Diego It's Time” o la final y pegadiza “The Old Twin”.

‘Gary Olson’ es, en todo caso, un álbum que su autor parece haber madurado durante largo tiempo, quizás acumulando el valor necesario para lanzarse a volar definitivamente en solitario. El resultado de tal liberación es un bálsamo sonoro en forma de un bonito elepé que, al mismo tiempo, evidencia su ambición en base al cuidado puesto en todos y cada uno de sus elementos. Eso incluye un despliegue de arreglos de viento o cuerdas dispuesto para engalanar las composiciones, todo con el mismo buen gusto que cala hasta la propia personalidad de uno de esos álbumes que se defiende por sí mismo.

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