Perfectamente podríamos tomar la carrera desarrollada por Gari (Iñaki Igon Garitaonaindia) como ejemplo para visualizar cierta evolución que ha sufrido el rock vasco, tanto en concepto como en plasmación, en las últimas décadas. Si observamos las dos puntas de ese tránsito emprendido por el guipuzcoano, en el que el inicio lo marcaría su paso por los heterodoxos Hertzainak en época del Rock Radical Vasco y el final su reciente nuevo disco “Estutu”, se observa con nitidez una evidente transformación en su propuesta artística.
Tres años después de su anterior trabajo “Ez da amaiera”, una de las novedades con la que nos encontramos, la más patente en un primer acercamiento externo, es la aparición en la nomenclatura de Maldanbera, que no es otra cosa que el nombre adjudicado a la banda que le acompaña, integrada por el trío Natxo Beltrán, Oier Aldekoa y Miguel Moyano. Esto significa que Gari recupera el concepto grupal, algo que queda representado en un álbum que apuesta por una trabajada sobriedad, donde se impone un minimalismo expresado, sin que suponga ninguna incongruencia, bajo una cuidada instrumentación. Texturas y ambientes que apuestan por un ensamblaje alrededor de un pop, por aquello que tiene de delicado y melódico, de maneras contemporáneas.
La elección en la producción de Jon Agirrezabalaga (We Are Standard, ahora WAS) se antoja del todo acertada para apoyar esa idea musical que pretende generar el disco, en la que estructuras más tradicionales interaccionan con otras alimentadas desde ámbitos casi electrónicos, maniobra que por ponerle nombres y apellidos se puede situar junto a CocoRosie o Portishead. Una mezcla que se transforma en armadura constante de las composiciones actuales. Buen ejemplo de ello es la inicial “Yase”, que mediante un tempo tranquilo, situémosle en el entorno de unos Lambchop, y dirigido por unas bases repetitivas, nos descubre también que la propia voz de Gari, reposada e íntima, se alinea en busca de esa meta común sonora. Un tema en el que igualmente se desvela buena parte del sentimiento que esconde este trabajo, una aceptación respecto del conflicto producido entre lo que se quería ser y lo que se acaba siendo. En definitiva, un acuerdo entre el pasado y presente. “Emaidazu” insistirá con un mismo tipo de atmósferas en las que en esta ocasión se impone lo melódico y una percepción amable que recuerda a la que exhibe no pocas veces alguien como Devendra Banhart . Un optimismo que musicalmente termina por florecer tras romper el caparazón construido por unas formas más tensionadas en “EgunonMundo”.
Una canción como “Berlin”, con un titulo lo suficientemente cargado de simbolismo como para no dejar reflejo, en esta ocasión no lo hará tanto en su parte instrumental que se centra en una manifestación más hipnótica y delicada. Siempre por medio de sigilo y elegancia, habrá otros momentos en que el disco se adentre en conceptos más oscuros, ya sea en la propia sensación que desprende como en las influencias manejadas, tal y como sucede en la intensa y emocionante “Naizena”, marcada por un deje soul-gospel, o en la algo más retorcida y envolvente “Estutu”.
Este nuevo álbum no representa en Gari una ruptura radical respecto a su legado, por mucho que sea comprensible que genere algunos interrogantes a ciertos seguidores en un primer acercamiento. Lo que sí hay es una liberación total de ciertos elementos que ya se habían apreciado de forma más controlada a lo largo de sus últimos años y que aquí toman una expresión mucho más completa. El resultado es capaz de apartar cualquier duda inicial para imponer ese sentido musicalmente nostálgico -pero de intenciones optimistas- y de formas contemporáneas. Un disco que agarra, susurra y termina por abrazar.
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