Más de veinte años lleva el grupo de Gernika, Audience, publicando discos y sorprendiendo sobre las tablas, y el pasado 2019, uno de sus miembros —y uno de los tres cantantes de la agrupación— lanzaba su disco de debut en solitario, grabado en realidad tres años antes. Algo similar ha ocurrido con el segundo álbum de Gaizka Insunza, que fue grabado durante el 2020 y que se publica cuatro años después. Aunque pueda parecerlo en una primera escucha, este no es un álbum pandémico, o al menos no tanto como indican algunas letras, ya que fueron escritas previo a marzo del 2020.
Se mantiene el carácter ensoñador con respecto a su anterior trabajo aunque se suavizan las voces y los arreglos para mostrar las propias canciones más desnudas, más directas. Y como otra novedad reseñable, si en aquel cantaba en inglés, aquí canta todos los temas en su idioma, euskera, creando una sensación de mayor naturalidad. Arranca con “Kalifornia”, una canción sustentada por el piano y la armónica, que fantasea con viajar al estado soleado, ese que su autor adora y que muchos relacionamos con The Beach Boys o Grateful Dead, y el viaje sonoro es corto pero intenso: menos de dos estimulantes minutos y una coda realmente preciosa. En “Kantu bat zuretzat” se escuchan los sonidos que emite la hija de Insunza, nacida en 2023 e incluida su participación a última hora, y contrastan las notas melódicas de clarinete con los motivos atonales que también suenan, creando una especie de tranquilidad que por momentos se ve interrumpida.
“Toki bat niretzat” es más rítmica y lleva algo de percusión, con una melodía risueña y unos arreglos un poco alocados que la vuelven realmente irresistible. El tema homónimo, “Iaz”, es una balada con aires blueseros cuyo arreglo de piano puede recordar a Ray Charles o a Randy Newman, ambos referentes para Gaizka, y que en una primera escucha trae a la mente la situación de la pandemia. En la letra afirma que el pasado año se terminaron las arrogancias, los besos, los abrazos o las caricias, y esta letra ya afirma su autor que fue escrita previamente a la pandemia, pero posteriormente introdujo eso de “debekatuta daude”/”están prohibidos”, y menos mal que nos contó ese detalle, pues de lo contrario se podría pensar que este tipo tenía poderes adivinatorios. Aún así, ya se sabe, las canciones pueden tener muchas posibles lecturas.
Gaizka se basta y se sobra él solo para tocar todos los instrumentos —entre los que figuran guitarra, bajo, dobro, batería, armónica, piano, saxo y clarinete, casi nada— y canta casi todos los temas sin ningún coro, a excepción de “Iaz” y “Behin ta berriz” que llevan unos coros un poco al estilo doo-wop. Como único añadido extra escuchamos el acordeón de Rubén Garatea en el tema homónimo y en “Pasadena”, el sentido cierre que también encaja perfectamente en el concepto de “disco de pandemia”, aunque en realidad se trata de un homenaje al Trinkete, un txoko de Gernika en el que él y su grupo tocaron durante años. “Iazz” es un instrumental con aires jazzeros y solo de clarinete y “Ez dakit ezer” un tema dramático en el que su autor también incluyó a posteriori la frase "gauez ospakizunik ez, eta egunez agurrik bez"/”no hay celebraciones de noche, ni saludos de día”, volviendo al tema de la pandemia, que durante el 2020 fue, como recordaréis, omnipresente en los pensamientos y conversaciones de todo el mundo.
Este nuevo trabajo llega a finales de año pero eso no impide colocarlo en lo alto de nuestro particular podium, pues pocos discos podemos encontrar hoy en día que alberguen esta honestidad, profesionalidad y hondura emocional.
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