Contra la terca cerrazón de la xenofobia, cultura. Y si es musical, mucho mejor. Ese pareció ser el propósito de Gaby Moreno cuando hace diez años se embarcó en un proyecto que, en plena era Trump, deviene en inteligente y dulce proclama contra el cierre de fronteras: la guatemalteca emplea el inglés, el castellano y el portugués en un álbum, realzado por los arreglos de Van Dyke Parks y una orquesta sinfónica de cuarenta músicos, que ha acabado por ser todo un monumento sonoro a una cierta idea panamericana, una suerte de cruce de caminos en el que el hilo conceptual de la inmigración es sinónimo de riqueza, y no la insidiosa losa que tratan de presentarnos como si fuera el aceite de ricino de cada día.
La hermosa balada fronteriza “Across The Borderline” (de Ry Cooder, Jim Dickinson y John Hiatt), cantada a medias con Jackson Browne, fue su adelanto el pasado mes de julio. Y el resto del disco supone otro reflejo más del talento omnívoro de Moreno – que le ha dado al blues, al jazz o al soul a lo largo de sus más de diez años de carrera – , una sentida panorámica de la canción tradicional americana desde una óptica contemporánea, con anclajes en los años cincuenta, sesenta, setenta y hasta noventa del siglo pasado: desde el joropo venezolano que es “Alma Llanera” (Rafael Bolívar) hasta la respetuosa relectura del bolero de Lucho Gatica que es “Espérame en el cielo, corazón”, pasando por la bossa de “O Cantador” (popularizada por Elis Regina), el tropicalismo de “Esperando Na Jardela” (de Targino Gordim, luego amplificada por Gilberto Gil), el bolero panameño “Historia de Amor” (Carlos Eleta Almarán), la canción popular guatemalteca “El Sombrerón” o el combativo calypso pop de “The Inmigrants” (David Rudder), lo más reciente de entre toda la materia prima acumulada, toda extraída de ese siglo XX que se resiste a írsenos por el desagüe.
La versatilidad como vocalista e intérprete de Gaby Moreno, junto a los exuberantes arreglos marca de la casa de Van Dyke Parks, conforman aquí un tapiz de sonidos tan colorista y palpitantemente honesto como su bonita portada, firmada por Klaus Voorman. Una delicia.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.