La indiscriminada tabla rasa que se hizo en los noventa con todo lo que quedaba atrás se ha matizado bastante en los últimos tiempos. Abundantes bandas españolas tienen influencias de aquello que, en su momento, se tiró al cubo de la basura como viejuno y caduco, metiendo en el mismo saco la horterada sin paliativos y los hallazgos doblemente valiosos en un país que había vivido décadas de aislamiento. El tiempo siempre separa el grano de la paja.
Este directo de la banda madrileña es muy interesante por varias razones: La primera, que han llegado pocos testimonios de aquel momento irrepetible de efervescencia cultural post-Transición (febrero del 84) en el que los colegios mayores albergaban conciertos. Menos aún, que suenen decentes -pese algún puntual bajoncillo de volumen por el deterioro de la cinta-. En segundo lugar, porque presenta a un trío con muchas tablas y sonido compacto, cuya sólida interpretación desmiente el extendido tópico de que todos los grupos de aquella hornada eran unos amateurs. Con el trío no hay trampa ni cartón y cada instrumento tiene que dar un paso al frente para que no se vean las costuras. El vigor de la base rítmica de Edi Clavo y Ferni Presas (en algún momento me evocan a los primeros Smiths) es impecable, aunque no ha envejecido tan bien el flanger omnipresente en la Telecaster de Jaime Urrutia, cuyo personalísimo estilo vocal ya estaba, por otro lado, plenamente hecho.
En cualquier caso, es un documento valioso de lo que fueron Gabinete Caligari antes de la majestuosidad clásica de “Camino Soria” y también de los patinazos comerciales del Chá-Chá-Chá y demás: grupazo de sonido seco y directo, con las ideas muy claras, que supo integrar como casi ninguno las influencias siniestras foráneas (de Joy Division a The Cure), con el músculo de la new wave y el punk (The Jam, The Clash) y ambiguos elementos castizos que funcionaban a la vez como colorida reivindicación localista y también pura confrontación, y que en tiempos de corrección política, ganan en audacia: “Golpes”, “Sangre española”, “Que Dios reparta suerte”, “Obediencia y nada más”… Provocar con estilo, ¿no era eso el rock? Acompaña el disco un texto muy bien escrito con pluma afilada por el batería Edi Clavo y otro, de corte más explicativo y académico, firmado por José Manuel Costa.
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