No hay más que mirar la portada del octavo disco de Future para entender que el Don del Trap de Atlanta ha roto su crisálida y se ha convertido en todo un "Black Jesus" como llamaba Reggie Miller a Michael Jordan en sus días dorados. Al igual que Jordan con su documental "The Last Dance”. Future nos muestra las entrañas del éxito, los sacrificios y sobre todo todo lo turbio que se esconde tras el telón de la fama y el éxito. Cuando publicó "The Wizrd" aseguró que cerraba un capítulo de su carrera y aunque por momentos lo parezca no ha sido así. Él mismo se autodefine como el rey de las trampas y "High Off Life" está lleno de ellas.
Este disco debía llamarse "Life Is Good", tremendo single por cierto, pero cuatro días antes de la publicación mutó en un más acertado "High Off Life”, veintiún cortes que supuran arrepentimiento repasando traumas pasados, abusos de drogas y la dura vida en el ghetto, aunque por momentos se desvía de ese camino a la redención con reinvindicaciones sobre su flota de coches deportivos, la fama, el dinero y las drogas. Future vive en la encrucijada emocional de alguien atrapado en la vida que siempre soñó y en la tristeza de sentirse vacío a pesar de todo. La sensación de victoria solo aparece en contadas ocasiones si acaso es la triste celebración de una amarga victoria sobre la bocina. Gracias a la aparición de DJ Esto como productor ejecutivo los algo más de setenta minutos del disco suenan hipnóticos, henchidos de bases engordadas a través del Beat Detective.
Future tira de agenda para redondear las canciones con las aportaciones de gente como Lil Uzi Vert, Young Thug, Meek Mill o el omnipresente y amo del Billboard norteamericano Drake. Pero eso le honra también, da la oportunidad a artistas no tan consagrados como el brillante YoungBoy Never Broke Again.
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