Supongo que lo del hardcore como actitud está muy gastado ya, y hoy en día suena un poco como los anuncios de bancos que intentan vender “hipotecas jóvenes” con skaters y grafiteros. Pero lo cierto es que resume bastante bien la idea de “Failed Entertainment”, el esperado -tres años, nada menos- segundo disco de Fury. “Paramount” (Triple B Records, 16), su primer largo, barría para casa: en él recogían la herencia de su Orange County natal (Uniform Choice, Unity…) y la del straight edge de los 80 en general, sin hacer ascos a influencias de la Costa Este y del NYHC. Pero “Failed Entertainment” deja atrás esos raíles tantas veces transitados y en él, entre otras cosas, se permiten levantar el pie del acelerador y abrir ventanas al post-hardcore y el noise rock. No es ninguna casualidad que Jack Endino, productor del “Bleach” (Sub Pop, 89) de Nirvana y de buena parte del primer grunge, haya sido el encargado de mezclar el disco: hay algo del Sub Pop de principios de los 90 en “Failed Entertainment”. Puede traer a la mente el caso de Turnstile, que han dejado entrar ecos del grunge y el rock alternativo en “Time & Space” (Roadrunner, 18), pero, aunque no atesoran la brillantez compositiva de la banda de Baltimore, Fury han sabido diluir mejor esas influencias dentro de su sonido. No parecen una banda en búsqueda de su personalidad, sino una que la ha encontrado y que se siente plenamente cómoda en ella. Nunca pensé que diría esto de un disco en el que suena una pandereta ("Crazy Horses Run Free"), pero probablemente estemos hablando de una de las referencias de hardcore imprescindibles de lo que va de año.
Las letras de Jeremy Stith giran alrededor de temas recurrentes en el género como el sentimiento de desconexión y la angustia existencial, aunque por suerte no es de los que parecen usar un generador automático de versos teen angst. No lo ha sido nunca, y en parte era lo que hacía destacar a Fury entre el mar de bandas que rendían pleitesía a las mismas influencias que ellos. En “Failed Entertainment” continúa refinando un estilo reconocible, fácil de enmarcar en la tradición hardcore, pero cada vez más personal en su poética. La desconexión y el aislamiento se muestran sin un gramo de cinismo ni glorificación, y la cosmovisión que plasma contiene muchas más preguntas que certezas (algo que, todo sea dicho, tampoco es tan habitual en el género). En el núcleo de “Failed Entertainment” está, al fin y al cabo, una sensación de confusión que lo atraviesa todo, incluidos los ramalazos políticos -abordados siempre desde una óptica personal y emocional- que aparecen de tanto en tanto. Según Stith, este disco refleja su visión sobre la existencia humana, por abrumadora que parezca la idea. Y como tal, versa sobre el peaje emocional de dicha existencia, tanto de sus altibajos como de sus días grises. Sobre todo, de sus días grises.
“Failed Entertainment”, en previsión y por si cabía alguna duda, no es ningún ataque a los cimientos del género: todo él, y todo lo que lo rodea, está profunda y orgullosamente enraizado en el hardcore. Si acaso, es un ataque a la museificación del hardcore. Y como tal, hay que recibirlo con aplausos.
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