Lo que me mató
DiscosFresquito Y Mango

Lo que me mató

7 / 10

Maite Aparicio — 15-04-2024
Empresa — BMG
Género — Pop

Los zaragozanos Juan Figols y Mario Lázaro, Fresquito y Mango respectivamente, llevan tanto tiempo resonando en nuestra memoria musical reciente a partir de temas de infeccioso efecto y mediática viralidad que resulta particularmente extraño estar hablando de ellos ahora en términos de debutantes. Pero así es, tras más de un lustro renovando con efecto los cimientos del urban pop y el indie, encabezando así una generación del todo ajena a categorías y géneros, la dupla maña ha dejado atrás sus miedos y se presenta formalmente en sociedad con “Lo que me mató” (Sonido Muchacho/BMG, 24), su primer larga duración y la guinda a un meteórico inicio de carrera.

Fieles a su ambiciosa metodología en la que todo cabe, Juan y Marío no han perdido la oportunidad de construir bajo un mismo producto un discurso ralo y dispar que responde y hace justicia a todas esas inquietudes sonoras que a lo largo de estos años han ido exhibiendo. Por ello, la entrega de un trabajo con múltiples firmas en la producción (en su definición intervienen nombres como detunedfreq, Juan Pedrayes y Kim Fanlo) nos resulta del todo pertinente y coherente con respecto a su santo y seña, siempre ávida por no limitarse en su identidad.

Sin que la notoriedad y gloria de temas como “Mándame un Audio” suponga una losa que ensombrezca su continuidad, Fresquito y Mango pergeñan ahora un surtido de canciones descorazonadas y sentidas en las que nuevamente su lenguaje zeta, abierto y descosido, dinamiza el drama y endulza el espíritu con ese tono radiante y desenfadado suyo que sirve como pegamento para trece canciones de fugaz escucha y sorprendente cohesión.

Su contagiosa energía fluye desde la mismísima “INTRO”, en la que la línea que divide el hyper-pop del pop-punk se desdibuja del todo, dando pie a un incandescente himno de amor que asienta el tono narrativo del elepé. Su cuerpo instrumental, del todo divergente y revuelto, será otro cantar, pues con pericia y descaro la pareja satura los bafles a puro riff (“CREO QUE ALGO ESTÁ A PUNTO DE PASAR”), sosiega el alma con almibarados tonos acústicos (“SOL NARANJA”), sube de revoluciones con los agudos más maquineros (“COMO UN CARTEL DE ABIERTO EN LA CALLE”) e ilumina la estancia con el latineo más impetuoso (“CARA DE LUNES”), en aras de proporcionar un todo inquieto y rebelde que ningún valiente se atreverá a constreñir en una única etiqueta. Un inconformismo estilístico que muchos tildarán de irresponsable o enfermizo, pero que parece ser el telón de fondo idóneo para que la dupla experimente, rasque en su nostalgia y nos emocione sin dejarse nada dentro (“RATAS”).

La proyección futura de la dupla parece quedar asegurada gracias a su ahora corroborada habilidad para seguir creando temas fervientes y letras más maduras, capaces de renovar los votos de sus pretéritos petardazos y dignificar así la escena musical de su generación. No necesitamos saber exactamente qué tipo de música hacen para hacerla nuestra, y ese don les concede ya un set y partido que muchos de sus coetáneos desearían tener.

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