Música en tiempos de covid, capítulo mil. Pero tranquilos, con Bonobo y su intrínseca obsesión por dibujarnos serenidad con esa naturaleza que a él mismo tanto le apabulla hemos topado. Sentido común y aires reconfortantes percibimos en su séptimo álbum de estudio, “Fragments”. Desde que comenzase a trastear con la Akai a finales de los noventa y a publicar maravillas como “Terrapin” o “The Shark”, su propuesta no ha dejado de interesarme. Comenzar el 2022 con nuevo disco de Simon Green es un puntazo. Bien, sus estructuras ya no son tan huidizas y guarrillas como al principio –ni rastro de ese lo-fi toca-patata o trip hop serrano– su expresividad en cuanto a atmósferas orgánicas, beats microscópicos y melodías paisajistas ha crecido un montón.
“Rosewood” o “Closer” nos sirven para sentir lo que es darle un buen bocado a un melocotón. Se bailan mientras uno lagrimea con los ojos cerrados. Dentro de la evolución del de Brighton –por cierto, ahora vive en Los Ángeles donde la luz y el color brindarán más posibilidades a un amante de la fotografía como él– encontramos un creciente acercamiento a terrenos más houseros.
Excursionista siempre, para qué perderse. Lo palpamos claramente en “Age Of Phase” en la que charcutea finamente voces y percusiones de tinte exótico. De similar paleta, pero más desplomado, y con permiso de esos pellizcos ‘acid’, “Counterpart” (recuerda al mítico “Cirrus” de años atrás). En cambio, Simon regresa por los fueros del UK garage, del 2-step quebradizo pero inocentón, en “Otomo”, sin duda alguna uno de los pilares del nuevo disco. En este banquete de fácil digestión tampoco faltan unos acertados toques de soul y pop hipnótico (“Tides” con Jamila Woods, “From You” junto a Joji), y ya directamente abonado al satén blanco “Shadows”, con el neozelandés-australiano Jordan Rakei. Si te rodea la mala onda, no dudes en cubrirte con este abrigo de forro cálido de hasta doce botones. Abrocha bien.
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