Estar de vuelta de todo facilita el uso libre del albedrío, prescindiendo de un mercado desagradecido que insiste en darles por retirados. El ansia por la novedad suele impedir el acceso a bandas cuyos originales suelen ser mejores que sus fotocopias contemporáneas.
Así es el mercado, que se rige en parte por criterios publicitarios y de tendencias. Y así nos lo comemos mientras no lo mejoremos. Aunque no sea éste el disco de The Church (el 17º sin contar recopilatorios) cuyo desconocimiento resulte más doloroso, no dejará de ser una lástima.
Ni su vuelta a los orígenes de pop psicodélico con raíces en el rock oscuro ni la densidad de las canciones van a ayudar. Los catorce temas, todos nuevos, suenan inicialmente como se engulle un mazapán. Denso y dificultoso. Pero se desmigajan a cada escucha hasta revelar cientos de detalles y brillantes ideas dignos de la enorme banda que son, en presente.
Claro que, igual que todos tragamos los engrudos mazapánicos sólo porque nos dicen que ha llegado la puta Navidad...¿quién se va a molestar en darle cuatro escuchas a “Forget Yourself”? Pues los cuatro desarrapados que saben que la mejor banda de rock alternativo de la historia se fundó antes que Nirvana, Pixies, Sonic Youth o –ejem- los Strokes.
Suscribo al 100% cada palabra del artículo.