El cuarto disco de los de Dublín les ha llevado a XL, el sello de Radiohead y sus adorados The Prodigy. No sólo eso, sino que de la parte técnica se ocupa un peso pesado de la producción: James Ford, ex-Simian Mobile Disco y el hombre detrás del sonido de Arctic Monkeys o del último disco de Blur. Todo esto certifica lo que ya sabíamos: que han llegado a otro nivel.
Sucesores de grandes bandas de guitarras que concilian calidad artística aparentemente insobornable e interés masivo (en tiempos de atomización y dominio del pop juvenil, algo cada vez más raro), el reguero de singles que han ido soltando en estos meses, con sus vídeos –incluyendo el de la maravillosa “Favourite”, grabado en las calles, parques y garitos de Madrid, impagable elemento de promoción de la ciudad–, dejan clara su ambición: consciente de lo que tiene entre manos, el quinteto (ahora sexteto en vivo) apunta a las nubes.
Y aunque estén lejos de la inmediatez de punk retro de su celebrado debut, (todas las etiquetas quedan muy atrás) “Romance” es su álbum más completo y redondo, lo cual ya es decir. El título hace justicia a unas canciones impregnadas de drama, guitarras acústicas, cuerdas y sonidos sintéticos, con esa cima que es “In The Modern World”, en la que la voz de Grian Chatten, que canta con más autoridad que nunca, y los coros a su alrededor, alcanzan el cielo en los estribillos que condensan una verdad universal: “In the modern world I don’t feel anything/And I don’t feel bad...”.
Pero lejos de la apatía o el fatalismo sin salida, Fontaines D.C. transmiten una vitalidad contagiosa, un hambre de vida sin límites que es parte esencial de su encanto, como siempre ha sido el caso con las grandes bandas.
En “Starburster” apuestan por la contundencia rítmica futurista con resultados muy convincentes, y aunque el falsete de “Here’s The Thing”, tan de los noventa, me suene un poco forzado, suma en la narrativa de un álbum espléndido cohesionado por la voz de Chatten y el espíritu inquieto de la banda. Ya se pongan evocadores como en la majestuosa “Bug”, abiertamente teatrales (“Motorcycle Boy”) o bien oscuros (“Death Kink”), las melodías vocales de Grian alcanzan el magisterio.
Imposible terminar mejor que con las melodías eufóricas pero melancólicas de “Favourite”, cuya brillante inmediatez evoca a sus compatriotas de culto Power Of Dreams. Es muy curioso cómo la estética actual del grupo en vídeos y fotos remite al desmelene de los primerísimos noventa; en realidad, lo que hace a Fontaines D.C. grandes es su facilidad para conectar con lo mejor del pasado desde el presente.
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