Dogrel

El rock es una expresión fundamentalmente urbana. Muchas de las grandes bandas que recordamos están ligadas a las calles en las que nacieron, a su mugre y ruido, su gloria, sus contradicciones y miserias. Tras algunos singles, el excelente debut del grupo irlandés, producido por Dan Carey (Franz Ferdinand, Kate Tempest) se coloca desde ya como un nuevo hito en la orgullosa tradición de rock que ha dado su capital, Dublín, que resulta ser, como han reconocido, gran fuente de inspiración.

Desde los primeros golpes frenéticos de “Big”, se ve que estos chicos tienen personalidad, nervio, mala leche y referencias de primera, que nos teletransportan al 79: la simplicidad angulosa de unos Wire primerizos (“Sha Sha Sha”) o la vitalista inmediatez de los norirlandeses Stiff Little Fingers (“Liberty Belle”, “Boys In The Better Land”). La tensión eléctrica de “Too Real”, con sus ambientes malsanos, certifican que todavía a estas alturas se pueden canciones soberbias con un bajo, unas guitarras, una batería y un fulano escupiendo cosas. Realismo sucio creíble.

Temazos como “Television Screens”, con su bajo sinuoso, y su imbatible melodía vocal, “Hurricane Laughter”, letanía obsesiva sobre ritmo musculoso a lo The Fall o “Roy´s Tune”, en la que bajan de revoluciones y juegan al indie pop exquisito de los ochenta, mantienen el nivel en un debut soberbio por momentos. En “The Lotts” evocan otro nombre de culto, The Chameleons, con sorprendente madurez para el desarrollo instrumental. Aunque la originalidad decae un puntito hacia el final ¬–donde se permiten su homenaje particular a The Pogues, el grupo más dublinés de Londres, en “Dublin City Sky”–, casi nada sobra en “Dogrel”. Testimonio también de algo que a menudo pasamos por alto en tiempos de revivals infinitos y carreras interminables: el rock (o el punk) están indisolublemente unidos al fuego de la juventud, en este caso tan inteligente como desafiante.