En 2008 Fleet Foxes fueron el mayor fenómeno del año, sin que todavía a día de hoy muchos hayamos acabado de entender el porqué de tanto revuelo. El éxito fue tan descomunal que la grabación de su continuación, “Helplessness Blues”, se convirtió en una tortura para ellos. Pisaron estudios diferentes, reescribieron las canciones buscando una perfección que no existe e incluso algunos de sus miembros cayeron rendidos y enfermos ante los acontecimientos. La responsabilidad mutó en una presión (excesiva) que dio como resultado un disco más complejo y más íntimo en el que Fleet Foxes tocaron más teclas que en su debut. Desde su publicación en 2011 y, tras la gira posterior, se sumergieron en un hiato para calmar la tormenta que se había levantado a su alrededor.
Justo cuando su antiguo compañero Josh Tillman (Father John Misty) les empieza a adelantar por la izquierda, editan un nuevo disco que quizás nadie esperaba del todo, pero que ayudará a que todo el mundo recuerde que siguen aquí. Acentuando la vertiente más lírica del grupo, "Crack-Up" recuerda a los incomprendidos My Morning Jacket de "The Waterfall" cuando su música no desata en tormenta, prefiriendo una versión más ambiental y naturista de si mismos, explorando sonidos folk y modernos como lo hacen Woods y Villagers, bandas que han crecido en la retaguardia mientras ellos respiraban aire puro. La inicial "I Am All That I Need/Arroyo seco/Thumbprint Scar" encajaría a la perfección en una nueva banda sonora de "Boyhood", ideal para acompañar las excursiones entre padre e hijo; algo más luminosa aunque en esa línea está "Third Of May/Odalgahara" (a Neil Young le encantaría firmarla para aportar algo de inspiración a su momento actual) y no podemos dejar de hablar de "If You Need To, Keep Time On Me", una pieza melancólica que parece concebida para interpretarse en la calidez de la iglesia del pueblo de Pecknold.
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