Puede que sean puñetas mías, pero uno tiene la sensación de que 2008 nos ha entregado una considerable lista de debuts rotundos, grandes discos como los que han publicado Vampire Weekend, Bon Iver, Grand Archives o ahora Fleet Foxes susceptibles no sólo de figurar en un sitio destacado entre los mejores trabajos del año sino entre nuestros discos preferidos todavía dentro de unos años.
Estos últimos son un grupo de Seattle que tiene en la canciones y voz de Robin Pecknold una de sus mejores bazas. Recuerda a la de Jim James de My Morning Jacket o a la de Ben Bridwell de Band Of Horses. Con estos comparten sello y productor, Phil Ek. También esa cualidad etérea que dota a sus canciones de una atmósfera delicada y profunda. Fleet Foxes respiran el aire helado de las montañas y sueñan con el verano en inmensas playas o islas lejanas (“Mykonos”, de su indispensable Ep “Sun Giant” es una maravilla de canción); toman de Dylan, The Byrds y de Neil Young tanto como de las melodías exuberantes de The Beach Boys y The Mamas And The Papas, sus melancolías nadan en aguas cálidas y emergen con un sonido clásico y único a la vez. Ahí están “White Winter Hymnal”, “Ragged Wood”, “Oliver James” o “Tiger Mountain Peasant Song”, cuatro de los ejemplos más rotundos y evocadores de un disco llamado a formar parte de nuestra memoria emocional.
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