La más valiente y portentosa de las cantaoras de la última década, Rocío Márquez, capaz de desbordar verdad y sentimiento en lo más hondo de una mina o en la rave electrónica más sideral con la misma naturalidad, se unió a la gran pianista de clásica Rosa Torres-Pardo, para consagrar en directo el encuentro entre la música culta y su inspiración popular.
Por suerte, gracias a este sexto álbum de MarchVivo, el sello discográfico de la Fundación Juan March, podemos disfrutar y revivir una y otra vez esa mágica comunión artística que se dio en 2014 sobre el escenario de la Fundación. La grabación destaca las conexiones pasionales que palpitan entre las composiciones para piano de Granados, Albéniz y Falla y el canto popular andaluz; intercalando las magistrales interpretaciones de la pianista Rosa Torres-Pardo con aquellas raíces y fuentes musicales que sirvieron de inspiración a sus compositores, de la mano de una Rocío Márquez a corazón abierto y en continuo estado de gracia.
Una fórmula compositiva que rezuma una especial profundidad y modernidad estética, esquivando todos los clichés simplistas y esa redundante visión exótica que tenía Europa y el Mundo entonces de España. Esa es la esencia popular y flamenca que brota de las teclas de Rosa y de la garganta de fuego fatuo de Rocío en esta “Flamencos: Falla, Granados, Albéniz” (22), emanando de cada una de las diecinueve (más dos) interpretaciones, entre los giros, cadencias y ritmos populares que la dieron a luz, el renovado lenguaje de la literatura pianística española.
Así, partimos del casticismo flamenco de las Goyescas y Tonadillas de Enrique Granados, con Rosa fundiendo y haciendo suyo, pieza a pieza, el refinamiento deslumbrante y el buen hacer que ejerció como folclorista el compositor catalán, mientras Rocío nos conquista de principio a fin con la luminosa delicadeza y pasión desenfrenada de su canto. De la sentida “La maja de Goya”, a las dolientes dos partes de “La maja dolorosa”, pasando por el sentidísimo movimiento appassionato de Rosa y el quejío final de Rocío en “Coloquio en la reja”, que hasta despierta aplausos entre el público antes de tiempo.
Con Lorca bajo las alas de Rocío y el piano de Rosa volando muy alto, viajamos a la más remarcada flamencura de los paisajes de “Almería” y “Sevilla” en la suite “Iberia” de Isaac Albéniz. De las envolventes melodías repetitivas iniciales al compás de una petenera, a “La luna es un pozo chico, las flores no valen nada”, Zorongo gitano que hiere y sana en la voz de Márquez, como ese “vestido verde lleno de volantes y de cascabeles” de “La Tarara”, para terminar por debla en la bella jondura de “Los tormentos de la muerte”.
La tercera parte y culmen de este encuentro llega con la gitanería y hechizo de Manuel de Falla, primero con una nana que nos sumerge en “Siete canciones populares” y luego, adentrándonos, poco a poco, en ese fuego que abrasa más que ninguno de “El amor brujo”, repertorio con el que ya nos hizo vibrar Rocío en “Omnia Vincit Amor” (20), entonces junto a las mágicas cuerdas del músico bilbaíno Enrike Solinís.
Fuera de carta y como invitado especial, Joaquín Turina y esos bellísimos versos de Ramón de Campoamor: “Más cerca de mí te siento / cuanto más huyo de ti, / pues tu imagen es en mí / sombra de mi pensamiento”. / Ay, ay, vuélvemelo hoy a decir, / pues, embelesado, ayer /te escuchaba sin oír, / y te miraba sin ver”.
Y las dos artistas estaban tan a gusto que hacen, como dice Rocío, “otra propinilla más”: un “Volver” de Carlos Gardel que nos deja sin aliento y regala una vida extra a cada escucha.
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