Ya recuperada de los fibromas uterinos que tuvieron que extirparle, FKA Twigs comentaba hace poco con Entertainment Weekly la importancia que esto ha tenido en su segundo trabajo, y no solo por el retraso en el lanzamiento (“LP1” es de ¡2014!). “Justo cuando piensas que estás a punto de romperse en mil pedazos, emergen una fuerza y un desafío que en mi trabajo no habían estado presentes”, comentaba, concluyendo que en “Magdalene” ha querido mezclar su fragilidad con su fuerza (quizás porque mostrarse vulnerable es, en sí, una demostración de fuerza), algo que se ve claramente en “Fallen Alien” –quizás de las mejores canciones que ha creado– y en el resto de temas de este regreso.
Influida también por la figura de María Magdalena, en quien halló “dignidad, gracia e inspiración”, “Magdalene” arranca desde luego con un carácter espiritual (“Thousand Eyes”) que se mantendrá durante todo el disco, y esto a veces se traduce en delicadeza, otras en ferocidad y, la mayoría, en una combinación de ambas. Twigs consigue aquí además una evolución de su sonido: si al principio se decía que combinaba r&b con trip-hop, aquí hay una presencia mucho mayor de la electrónica y hasta el ambient, con el delicioso final de “Mary Magdalene” como ejemplo (sorprende que Arca estuviese en la producción del anterior y, a tenor de lo que hemos podido ver de los créditos, no en la de éste). Tahliah Debrett autoproduce el disco con la colaboración del chileno Nicolas Jaar, y toques puntuales de grandes nombres (entre ellos Michael Uzowuru, Cashmere Cat, Benny Blanco, Skrillex o el omnipresente Jack Antonoff), pero consigue transitar por distintos caminos sin perder nunca su esencia.
Así, tenemos el sonido más similar a “LP1” de “Daybed”, tenemos “Mirrored Heart” que se acerca a una balada noventera de Mariah, “Sad Day”, en la que parece que SOPHIE le hubiese metido mano al “Black Lake” de Björk... pero hasta en la que podría ser más impersonal, “Holy Terrain”, consigue llevarse al artista invitado a su terreno (“me encanta el Future emo”, ironizaba). La espera ha merecido la pena: “Magdalene” no es solo uno de los discos del 2019, sino un álbum del que, como con su antecesor, nos seguiremos acordando aunque hayan pasado cinco años. Y más.
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