Towers of London se dieron a conocer hace cuatro años como pretendientes a sucesores de Sex Pistols en lo referente a actitud, mientras sus canciones basculaban entre el punk macarra de estos y el hard rock glam de bandas angelinas con peinados crepados imposibles, léase Mötley Crüe o los primeros Guns ‘N Roses.
Su intento se quedaba un poco a medias, pero tenían su gracia y, cuando menos, agitaban algo esa amuermada escena británica que, desde hacía años, copaban sólo los poperos más inofensivos. Tras apostar descaradamente por el todo vale, con el paso de su cantante por el Gran Hermano inglés, regresan ahora con un segundo álbum que siembra dudas ya desde su propio título. ¿Pop con gas? Pues sí, el espíritu es más poppie, de eso no hay duda, pero también algo de sleazy todavía queda por aquí, junto a algún engendro pseudo dance y, abriendo el disco, un single rockero sin mucho nervio que aspirará a ocupar posiciones altas en las listas. Sin embargo, tanta dispersión se traduce en sensación de que van dando palos de ciego. Quién sabe, tal vez los seguidores del infame Big Bother estarán encantados con esta nueva fórmula. Eso sí, que no cuenten conmigo.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.