Es cierto que esto es un disco en directo, pero más allá de eso es un magno evento y una declaración de amor. Al músico canadiense Leonard Cohen, a la poesía y a todas aquellas cosas que un día deseamos y conseguimos. E incluso jugando a la contradicción, puede que no creas en nada religioso y que al escuchar a Cohen reconozcas algo divino en su música, un acercamiento a Dios.
Nina Zanjani y Maia Hansson-Bergqvist vivieron la desaparición de Cohen como una tragedia, una noticia de digestión complicada. Aunque tenían consuelo, sus canciones son terapéuticas. Eso lo cura todo, hasta el dolor por la muerte de alguien querido. Basta con leer la carta que reproducen en el libreto del disco, la escribieron el 11 de noviembre de 2016, cuatro días después de su muerte. Con todo aún a flor de piel pensaron que un día harían un evento en su memoria y a su medida. Esto sucedió en el Royal Dramatic Theatre de Estocolmo cinco meses más tarde. Una ceremonia respetuosa y con invitados que allí son celebridades, caso de una Frida Hyvönnen (ligeramente desaparecida últimamente, pero con reciente disco de estreno) brillante en “Everybody knows” o Loney Dear.
Aparte de esas voces que suenan a auténtica gloria, el disco tiene un mayor empaque por los arreglos, por la orquestación, a veces más presente y otros menos, pero sumando en todo momento. “Suzanne”, la canción favorita de ambas suena al principio, en “You want it darker” están poderosas, con un registro mucho más grueso, también hay algunos recitados emotivos, y el momento esperado con “Hallelujah” lo reservan a una Annika Morlin crecida y segura de sí misma. El toque final, la reunión de camaradas la dejan para “So long, Marianne”. Es fácil imaginar a Leonard escuchando esto en el cielo con sombrero elegante y una media sonrisa.
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