Sueños y tormentas
DiscosFino Oyonarte

Sueños y tormentas

8 / 10
Enrique Peñas — 27-03-2018
Empresa — Buenaventura
Género — Rock

Lo cuenta él mismo en “Afortunado”, el tema que ha servido como adelanto para el primer disco -quién lo iba a decir- que Fino Oyonarte firma con su propio nombre: “Me vine con 20 años, cambio que marcó mi vida”. Una melodía sencilla va meciendo esta letra de corte confesional, con la serenidad que se repite luego corte tras corte para dar cuenta del paso del tiempo, desde los primeros trabajos poniendo copas en locales de Malasaña como el desaparecido King Creole -refugio de rockers y con Rossy de Palma como compañera de barra-, hasta llegar a un presente en el que la rueda, aunque más despacio, sigue girando.

Le acompañan en el camino su jovencísima sobrina Silvia Pérez-Madero Oyonarte (violonchelo), el elegante violín de Ana Galletero (Mercromina, Travolta), el laúd de Carlos Aquilué (Kiev cuando Nieva) o el contrabajo de Caio Bellveser, dentro de unos omnipresentes arreglos de cuerda de los que se encargan Philip Peterson (St. Vincent, Lorde, Nada Surf) y el propio Fino, mientras que el sintetizador de César Verdú (León Benavente, Schwarz), que también ejerce como productor, añade unas texturas en clave de ensoñación. Este primer tema es, en suma, toda una declaración de intenciones, alejándose de (casi) todo lo que conocíamos de su protagonista, porque Fino -que primero fue bajista de Glutamato Ye-Yé y La Banda del Otro Lado- ha sido sobre todo pieza fundamental en la historia de Los Enemigos, además de montar proyectos como Clovis y Los Eterno, contando también con una amplia carrera como productor (Los Planetas, Lagartija Nick, Mercromina, Nadadora, Napoleón Solo, etc.). Bien, pues “Sueños y Tormentas” se sitúa ahora en un plano completamente diferente; si acaso, podremos recordar puntualmente temas como “De pastel” o el más cercano “Ciudad satélite”, en donde su voz, aunque sin salirse del clásico terreno ‘enemigo’, aportaba otros matices. Frente al pasado conocido, este álbum encaja más junto al sonido orquestado de La Buena Vida, el sosiego de AMA (con quienes también ha trabajado en varios discos), las aventuras de Joaquín Pascual, el debut de Amateur o los juegos inolvidables de Vainica Doble.

Las armonías vocales asumen un papel determinante en buena parte de las canciones, desdoblándose en el resignado relato de “Atrapado”, subrayando pasajes que prorrogan los sueños (“Casualidad”) y moviéndose siempre con una cadencia tranquila hasta mostrar melodías y estribillos que se agarran con tanta sutileza como facilidad, incluso en los momentos de tormenta emocional (“A la deriva”), mientras una instrumentación sencilla pero ajustada al detalle (guitarras acústicas, un theremin, unos arreglos de viento, un teclado, la batería trotona de “Por dónde empezar”) deja que crezcan casi sin querer, como quien se queda sentado viendo las nubes pasar (“Sueños y tormentas”). Porque el tiempo es el gran tema -el único, en realidad- de este estreno en solitario, salpicado de recuerdos y de las huellas que, pese a todo, permanecen, consiguiendo paradójicamente que nos olvidemos de todo lo que sabíamos de Fino para descubrirle aquí más enfocado y transparente que nunca.

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