En “Inseparables” David Cronenberg practicaba una descripción clínica de la relación de dos hermanos gemelos que intercambiaban sus personalidades hasta perder la chaveta. Más allá de que “Field Of Reeds” podría ser una magnifica elección como banda sonora de aquel y también de otros filmes del cineasta canadiense (y esta afirmación dice mucho sobre el tipo de disco que han grabado los hermanos Barnett), These New Puritans se manejan desde sus primeros días como grupo en esa suerte de esquizofrenia. Demasiado extraños para calar entre las hordas de revivalistas postpunk con los que fueron encasillados a la hora del debut. Con un segundo trabajo, “Hidden”, que fue acogido con entusiasmo por muchos medios (el nuestro , sin ir más lejos) para terminar medio arrinconado en la esquina de los trastos de la historia del pop reciente. E incluso protagonistas de una campaña de ropa vaquera digna de las grandes estrellas del pop, precisamente ellos, que representan a la música popular de nuestros días algo bastante aproximado a lo que This Heat al estallido punk: tenebrismo, experimentación, vericuetos progresivos y un latido pop escondido en el fondo del sótano.
Con “Field Of Reeds” los gemelos echan sal en la herida y por momentos –en la mayor parte de momentos, en realidad- convierten su tercer largo en un campo de juego impracticable para quienes jaleamos la controlada vocación experimental de “Hidden”,. “Fragment Two”, elegido primer single y posiblemente el tema más estructurado de todo el disco, sirve de puente entre aquel pasado cercano y el presente inmediato a base de melodías circulares, el protagonismo de unos vientos omnipresentes, minimalismo rítmico y un tratamiento de las voces que para sí quisiera el Coro del Ejército Ruso. Similar receta sirve para impulsar los 10 minutos de “V (Island Song)” mientras que un repetitivo riff electrónico a lo Phillip Glass en “Organ Eternal” aporta el único momento de excitación a un álbum que, en lo restante, se convierte en una suerte de homenaje a la atonalidad, en la particular caída del caballo (en todos los sentidos) de la banda de Southen-on-Sea para la que ni siquiera el ex Bark Psychosis Graham Paul Sutton, otra vez a los controles, tiene remedio.
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