Quizá sean demasiado inteligentes, demasiado complejos, demasiado cerebrales a la hora de escoger sus arreglos y orientar sus requiebros melódicos. Quizá sea por eso por lo que, pese a despuntar al mismo tiempo que Franz Ferdinand, Bloc Party, Maxïmo Park o Kaiser Chiefs, incluso antes que los Arctic Monkeys, nunca hayan tenido los hermanos Brewis una repercusión ni remotamente acorde con la de aquellos. Pero nunca han dejado de dar argumentos para que reivindiquemos sus discos.
Este es el octavo, y tiene todo lo que cualquier seguidor de largo recorrido puede esperar de Field Music. Melodías chispeantes, riffs más que resultones, textos con mucha molla, elegancia a raudales y perspicaces guiños a sus héroes particulares – Beatles, XTC, Steely Dan, Fleetwood Mac – en buenos pildorazos de prog pop, indie funk, art rock o como diablos lo queramos llamar, que eso al fin y al cabo es lo de menos.
Con amplitud de foco y heterogeneidad. Los de Sunderland siguen siendo los grandes tapados del pop británico de las últimas generaciones, un tesoro a descubrir para cualquiera que aún no haya sucumbido a sus encantos. Para los ya familiarizados, unos clásicos en vida. Y lo mejor de todo: aún creciendo y asumiendo nuevos retos.
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