Nunca he asistido a un aquelarre al uso, pero estoy segura que, si este estuviera oficiado por una estrella del pop alienígena, sonaría exactamente a “Radical Romantics”. Después de más de cinco años, Fever Ray vuelve con su tercer álbum de estudio, desde el que nos mira como quien sabe algo más de lo que nos va a contar.
Karin Dreijer ha cocinando a fuego lento este álbum desde 2019 para ofrecernos diez cortes impecables. ¿El motivo? Recrearse en todos los aspectos del amor, o más bien, en contarte, performar y orquestar el mito de lo qué es el amor. No es sentimental –aunque cuente con la canción más triste que Dreijer dice haber compuesto, “Tapping Fingers”–, sino una especie de vodevil pop-electrónico con percusiones tribales, donde ¡hocus pocus! un montón de brujas acaban riéndose de la propia condición humana, y de nuestra exigencia de amar.
El disco, o casi cuento, empieza como cualquiera que está a punto de enredarte: pidiendo perdón. “What They Call Us” es un gancho, te hace participe desde el primer momento de una danza de la que no puedes escapar. Los ritmos son envolventes y en “Shiver”, el temblor de la primera vez, ya no es solo una idea, sino que se vuelve en una experiencia sensorial. Al llegar a “New Utensiles”, de ritmos marcados sin margen para la casualidad, te embriaga una dulce desorientación. Esta secuencia es también el retorno a la producción junto a Olof, su hermano y compañero de The Knife.
Kandy, más sensual, rebaja las pulsaciones. Justo a tiempo para contraponerse a la producción industrial de Trent Reznor y Atticus Ross de Nine Inch Nails en “Even It Out”. La danza de fábula tenebrosa llega a su máximo exponente con el rompepistas, tanto para un club o las cuevas de Zugarramurdi, en “Carbon Dioxide”. Un tema en el que brilla el mejor atributo del álbum: no relata la emoción, te la hace experimentar. A través de una instrumental inspirada en “Baby Elephant Talk” –la supuesta melodía más feliz que existe–, desata la adrenalina de esos instantes antes de besar a alguien: te estás enamorando, la promesa comprimida en el aire, se te dilatan las pupilas, suena tu canción favorita y explotan los sentidos.
Fever Ray nos tiene. Baja a un medio tiempo en “North” y desciende con tranquilidad hacia el último corte del disco. Cantos de sirena. Siete minutos en los que te dejas llevar por todo lo que puede ser. No hay respuesta, no hay una gran revelación, pero una vez escuchado, ya no puedes salir de “Radical Romantics”.
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