Joia

Llevo días escuchando lo último de Ferran Palau en varias estancias: en el coche, en el tren con mis auriculares y en mi equipo de hi fi en el comedor familiar. Me gusta disfrutar la música en distintos espacios y dejar que esta me hable. Observar como las ondas sonoras se comportan en dispares escenarios. Saborear mis sensaciones plácidamente y permitir que me acompañen. Y hay algo con “Joia” que siento que me entra muchísimo. Y esa sensación es común en todas las estancias, e incluso en todas las franjas horarias. No hace mucho hablé de Ferran comparándolo a un caribeño intentando hacer música romántica en la Antártida. Apelaba a ese carácter más frio, más distante, más burbuja que se escapa con el viento. Ahora, he podido experimentar percepciones diferentes pero igual de placenteras. Este Palau de “Joia” tiene un carácter cálido y próximo. Su música suena a abrazo maternal y apetece escucharlo en cualquier momento del día, ahora que el invierno se asoma. Las acústicas crepitan como una brasa en el exterior ahumando el atardecer. Y aunque parezcan canciones sencillas, casi solo voz y acústica y algunos pequeños arreglos, puedo reconocer que hay un gran trabajo en encontrar ese sonido perfecto. Esa cuajada sónica que viaja alquímicamente de corazón a corazón. Hay un envoltorio, común denominador a todas las canciones, pero no es esa frialdad de una joya, sino en el corazón caliente de un minero. La flecha que apunta a la dimensión uterina de una mina. El viaje al centro de todos nuestros centros.

“Joia” parece ser música hecha con la médula e igual "Parc", y en equidistancia "Kevin", ahora se me antojan discos más cerebrales, más analíticos, y puede que más intencionados. Palau, sigue exprimiendo su propia gramática compositiva, pero lo hace desde un lugar más próximo. Sus susurros, que en su obra alcanzan la categoría de recurso compositivo, son elásticos y casi se les podrías asignar el rango de nuevo viento: El Palau, esa extraña y suave brisa del sur que surge en días muy especiales.

Ferran canta mejor que nunca y mantiene una relación cada vez más nuclear con sus textos. Ahora me doy cuenta que realmente me apetecía más este Palau. Es más humano, y entre tanto algoritmo y tanta interferencia, cala hondo y muy amorosamente. Me encantará escuchar como reproduce en directo esa intimidad tan especial que genera.