“Tenías toda la vida por delante y ahora la tienes toda por detrás”, susurra el ex Surfin’ Bichos en “Tempus fugit”, una de las canciones más emocionantes del segundo disco que entrega con su nombre a secas. El rodillo temporal y sus catástrofes adyacentes son palancas de la creatividad de los artistas genuinos (y de cierta edad) de cualquier época. De modo que hay melancolía en “Saint-Malo”, como la había en “La vida es extraña y rara” -recordemos aquella demoledora “Extintor de infiernos”-. Pero es una nostalgia serena, con resquicios para el humor y cierta ligereza. Todavía nos quedan consuelos, refugios: El amor redescubierto, una mañana junto al mar. Así que en “Saint-Malo” hay luz. El sol del Mediterráneo, que inunda rotundas canciones pop como “Velero” con sus aires de rumba, “Saariselkä Stroll”, “La luna aplastada”, la delicada “Me hiere, no me hiere” o “La eternidad”, con su precioso crescendo. “Nunca hago canciones totalmente felices porque serían mentira”, dice el manchego afincado en Barcelona. La honestidad artística de Alfaro sigue intacta, y nosotros estamos de enhorabuena.
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