Ojalá Eternidad

Recordar supura, duele e inspira. Un proceso habitual que puede dejarnos en la estacada o ayudarnos a avanzar. En el caso de Miguel Cervera, Jorge Blanco y Juan Ruiz echar para atrás su moviola de memorias particular ha sido el fuel ideal para llevar a cabo el salto definitivo con el que dar con su mejor versión. El tono idóneo y la actitud apropiada para encarar la publicación de “Ojalá Eternidad” (Subterfuge, 23), su debut en solitario y la prueba de que el nombre de Featherweight ha venido para quedarse.

“Tres cosas hay en la vida”, cantaban Cristina y los Stop allá por el 67. A juzgar por su portada, para este trío madrileño la selección está clara: familia, amigos y amor. Tres intangibles a los que la madurez y el paso del tiempo les ha enseñado, de la forma más amarga, que su duración es limitada, y con ello han dado con la clave ideal para elaborar una reflexiva estampa materializada en once cortes de pura emoción y honestidad cruda, donde el leitmotiv imperante es ese anhelo por implorar que las cosas que nos hacen felices duren para siempre.

Un espacio seguro, para su alma y la nuestra, que nos sorprende para bien con una nueva estrategia por bandera, la cual apuesta por aproximarse al público nacional cantando en español por vez primera (y es que hay cosas que el corazón solo las dicta en nuestra lengua natal). Así es como les terminamos viendo, a lágrima viva y con el corazón en un puño, en temas como “No Estás” o “Antes de Vernos Caer”, odas a un romanticismo adolescente y ensoñador con el que su alcance se torna del todo accesible al gran público. En cambio, y como si de un Brian Molko patrio y de primera época se tratara, la voz principal de la banda halla sus mejores versos y propuestas en inglés, abriéndose camino a las memorias más entrañables de infancia y consanguinidad (“Totó”) y a los exámenes personales más introspectivos (“Can’t Find Myself”).

No es la única nota novedosa en su reformada ecuación, pues el trío también parece haber caído en la cuenta de que menos es más, y dicha prerrogativa, pasada por el filtro de Santi García (responsable del sonido de bandas como Madee, Yawners, Toundra, y más) les facilita la huída de los recargados ornamentos de sus primeros EPs para terminar dando como montante efecto una serie de líneas que van directas y al pie, rescatando lo mejor de su sonido primigenio y llegando a la entrega más depurada de sí mismos (“The Only Thing I Bet”, “Giving Up”).

Con un santo y seña marcado por melodías pegadizas, remembranzas nineties, guitarras distorsionadas y letras que rezuman pura nostalgia por todos sus poros, “Ojalá Eternidad” es exactamente lo que le deseamos a la carrera y prosperidad de esta prometedora y joven banda, que con la mejor de las intenciones busca hacerse un hueco en una escena sobresaturada, echando mano de un discurso inusual por nuestra geografía y marcado por referentes propios del punk, indie, hardcore y rock alternativo, los cuales siempre son de agradecer.