Hay un aura hipnotizante en la voz de Fatoumata Diawara. La superheroína marfileña de origen maliense retoma su camino de reivindicación y música total con "London Ko" y lo hace de la mano de Damon Albarn, otra vez demostrando que su sociedad da resultados óptimos, cristalizando una simbiosis que resume de gran manera el encuentro de dos representantes de culturas distantes.
Albarn co-produce el y aparece en los créditos de seis de las catorce canciones y contribuye a una obra de muy fácil escucha, no por una cuestión de simplicidad, más por el hecho de que los diferentes climas y también el gran plantel de invitados invitan a un viaje cultural de valor.
La data dura que jura que Diawara fue la primera mujer africana en calzarse una guitarra eléctrica, que se escapó de su casa familiar hacia París cuando se había decidido sobre su casamiento o que logró dar con la manera que oyentes de todo el mundo se interesaran en la música wassoulou, tiene total sentido cuando en este, su tercer disco, la cantante y actriz vuelca todo su talento y visión artística, exacta mixtura de lucha y belleza.
Para confirmarlo basta con admirar el brío latino de “Blues” junto a Roberto Fonseca o el groove orgánico de “Nsera” que trae al pensamiento al gran Tony Allen, mientras Albarn encuentra las notas justas para hacer click en el corazón de quien le da al play.
La mítica y también precursora, en este caso en el hip hop, Angie Stone, pone su marca en la sugerente y emocional “Somaw”, marcándose un coro que atestigua que, como decían los Chemical Brothers, todo “comenzó en África”. El francés -M- aporta su sensibilidad pop en “Sete” (con mérito extra: la canción aborda el tema de la mutilación genital femenina) y el crescendo electrónico de “Massa Den”. M.anifest, el rapper ganhés al que muchos conocimos como parte de aquel disco de Rocket Juice and The Moon, el supergrupo instantáneo de Albarn, Allen y Flea de Red Hot Chili Peppers, suma atmósfera urbana (en el sentido en que se usaba esta palabra en los 90s) a “Mogokan”.
Pero esto no es solo un disco de colaboraciones ya que las canciones “solistas” del disco también dan mucho: “Moussoya” es un monumento a la dulzura con coro de niños incluido, “Netara” juega con el soul a la Sade, para luego imponer su carácter autóctono, “Yada” agrega ánimo rítmico y un solo de guitarra exquisito y “Maya” nos despide de "London Ko" con el piano de Albarn y la voz de Diawara hermanándose en una melodía de un nivel de hermosura muy necesario hoy en día.
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