¿Comenzar con una balada de más de seis minutos redondeando un escenario de regresión distópica, con la humanidad eligiendo a payasos como gobernantes y bajo los efectos perniciosos de la religión? Les suena, ¿no? Hasta el propio Josh Tillman parece consciente de los riesgos que comporta marcarse tal inicio (no es el único en un álbum que sobrepasa los setenta y cinco minutos y en el que un par de cortes bordean o sobrepasan los diez). Podría ser cosa de un charlatán de feria, pero "Pure Comedy", apertura de su tercera entrega como Father John Misty, es una grandiosa canción con la rara habilidad de evocar al mejor Elton John en un contexto de actualidad.
Quizá la mejor forma de disfrutar de estas trece canciones sea haciendo propias sus palabras en la megalómana perorata escrita con la que desentraña el tuétano del álbum: la ironía ayuda a las especies a sobrellevar su vulnerabilidad y a reconciliar la desproporción entre su imaginación y la monotonía de su existencia. La ironía, bendita y cáustica ironía que se gasta quien una vez fuera batería de Fleet Foxes (¡qué lejos queda eso!), vuelve a revelarse como un arma de seducción masiva para enhebrar un tapiz sonoro y conceptual en torno a la política, el amor, la religión o las drogas. La fama, las redes sociales o el paso del tiempo. Casi nada. Se desmarca así de aquella peripecia vital de su recién estrenado matrimonio con la fotógrafa Emma Garr (ahora Tillman), que enmarcó el relato de "I Love You, Honeybear" (2015), para abrazar una ambiciosa alegoría sobre este desorientado mundo, en estado casi de descomposición, en una maniobra que -caso de caer en manos menos diestras- podría haber incurrido en un pretencioso ridículo. Es este su trabajo más ambicioso, con diferencia, de nuevo con la coproducción de Jonathan Wilson y con el pedigrí que otorga haber grabado en los estudios favoritos de Sinatra o Beach Boys en L.A. (y en no más de dos tomas, preservando el primer hálito de naturalidad).
Sabe a gloria bendita escuchar la sección de viento de la exultante "Total Entertainment Forever" (ojo al trabajo aquí de Gavin Bryars, como al de Nico Muhly en "In Twenty Years Or So)", los deslumbrantes coros finales de esa" Ballad Of The Dying Man" que podría pasar como el mejor medio tiempo nunca facturado por Ryan Adams, el vals arratrastrado que es "A Bigger Paper Bag" (¿Elliot Smith narcotizado?) o la majestuosa "Things That Would Have Been Helpful To Know Before The Revolution" con sus cuerdas y su falsete inapelable. O la grandiosa reflexión sobre arte y fraude de "The Memo". Por no hablar de "Leaving LA", gran epopeya central del disco de más de trece minutos, de tinte autobiográfico y hechuras de consciente autosabotaje ("I used to like this guy but this new shit makes me want to die", dice, poniéndose en la piel del fan ocasional.
Musicalmente, Father John Misty juega a caballo ganador, porque emplea argumentos clasicistas que no enajenan a la modernidad. Pero lo hace con tal maestría y audacia (canciones espaciosas y serpenteantes, letanías morosas sin aprecio por el metrónomo ni la factura de hits) que es normal que hasta Nico Muhly vea en él “un caballo de Troya de alto contenido emocional”. Un disco que, como muchas obras magnas, es todo un estado de ánimo.
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