Lias Saoudi y sus secuaces se han cansado de descorchar botellas y bailar descalzos sobre los cristales. Era hora de presentar otro decálogo de obsesiones y abrir de nuevo la caja de Pandora. Estas diez canciones son adictivas y venenosas a partes iguales, “Songs For Our Mothers” emana sudor y orina, esperma y sangre. Deja resaca tras cada escucha, es una pesadilla lisérgica de la que despertamos siempre con ganas de más.
El baile comienza con el single “Whitest Boy On The Beach”, un primer chute de resplandeciente oscuridad bajo una bola de espejos de sexo, drogas y muerte que no dejará de girar hasta el tema final. “Satisfied” es un country industrial y fantasmagórico sobre el vértigo/miedo al sexo que te taladra la cabeza con su ritmo repetitivo y creciente. La danza de mascaras sigue con otro mensaje de amor y buenas intenciones, la sinuosa y serpenteante “Love Is The Crack” o la hipnótica “Duce”, con la que nos adentramos en una especie de ritual sonoro de distorsiones, cuero y terciopelo que nos recuerda por momentos al “Venus In Furs" de los siempre presentes The Velvet Underground. El vals espectral “When Shipman Decides” o el medio tiempo con aires tropicalistas de “Lebensraum” nos dan un respiro. Y canciones como “Hits Hits Hits” o “Goodbye Goebbels” muestran como la violencia palpita e inspira a la banda, ya sea con la relación de Ike y Tina Turner o con los momentos finales de Hitler en su búnker. Sin olvidar la insana y atrayente “Tinfoil Deathstar” o la decadente “Must Learn To Rise”, dos jeringas más clavadas en los ojos del indie y todo lo comercial. Un disco crudo y auténtico de dificil digestión, como la vida.
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