“Trecho” (24) es el quinto disco de Fajardo, ocho canciones seleccionadas de sus doce primeros años de trayectoria musical (2008-2020), registradas en directo, con toda la sensibilidad y desgarro interpretativo a flor de piel, acompañado solo por el personalísimo rasgueo de su acústica y esa voz que parece emerger de las mismas entrañas volcánicas de su Fuerteventura natal.
“Falta ahondar en lo más fácil, / falta vida que jugar. / Y hay quien caminará el trecho que es preciso caminar, / para llegar a mil muros, para hacerlos derribar. / Para llegar a mil muros falta vida que jugar”. Derribando “Mil muros” comienza este “Trecho” que es preciso que caminéis y escuchéis una y otra vez, porque estamos ante uno de esos pequeños tesoros sonoros que, debido a la vorágine de lanzamientos y grandes campañas publicitarias, corre el riesgo de no llegar a todo el mundo que debiera; además de ser la puerta perfecta para entrar en el universo de un artista mayúsculo, al natural, atravesando a la guitarra con la finura y garra descontrolada del joven y viejo Neil Young, y cortando la respiración con una garganta doliente que posee la intensidad de Agujetas por seguiriya y el espíritu del Vic Chesnutt más poseído y desenfrenado. Todo empapado hasta los huesos por un imaginario poético propio y el folclore de su tierra de fuego, con el sabio eco de folías que vienen y van a golpe de olas, polkas que agitan los fuertes vientos isleños y malagueñas que brotan hasta del desértico malpaís.
Del desencanto inmóvil que no deja ver el “Fin del trayecto”, a la ilusión agotada de una “Dónde está” que hiere y sana, pasando por la juguetona y brillante guitarra de “La noche” luminosa, con esos fuegos inextinguibles en los recuerdos y en unos ojos… Con Fajardo no hay tregua, posee una dicción y jondura genuina, a medio camino del desenfreno de un flamenco (sin serlo) que canta por inspiración y un chamán en mágico trance. Así, su fraseo pasa de la calidez y sensibilidad más cegadora, al quejío más visceral, exprimiendo al límite sus cuerdas vocales y las de su guitarra en cada interpretación, como si fuera el último día en la Tierra. Del centelleante rasgueo de “Todas las sílabas”, a esa estrofa que para el tiempo: “nada más / que un destello, / una lágrima, / oh nada más / que un espejo, / un reflejo / al que mirar, / al que mirar…”, para volver de nuevo a despegar y prender el cielo, hasta llegar a otra de las cimas del viaje, un “Volcán” a tumba abierta, en el que sentimos el calor del fuego y la lluvia de ceniza en el corazón, de “ese amor que nos destruye al pasar, fluyendo como negra lava”.
Recta final con dos magníficas interpretaciones más para seguir estrujándonos el pecho, el cierre de luz para salir del “Castigo”, de tristezas y dolores, y un previo “Qué quiere el hombre” (pieza que junto a la inicial “Mil muros” nunca habían sido editadas antes en vinilo), ese no decir, ese no mostrar, ese no afrontar lo verdaderamente importante, el no saber (o no atreverse a saber) lo que queremos y darnos cuenta demasiado tarde. Que no se te haga tarde para escuchar y recorrer este “Trecho”, déjate arrastrar por uno de los cancioneros actuales más auténticos y una de las voces más emocionantes del panorama musical actual, Fajardo.
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