La banda radicada en Palma de Mallorca (cuyo acrónimo remite a Forces Elèctriques d’Andorra) acumula una abundante producción de vigoroso rock instrumental de varios discos y EP’s en los confines del post-metal que se remonta a casi una década atrás.
Su nuevo álbum, con formación renovada, está grabado íntegramente en directo, de modo que es un testimonio fidedigno de su poder en vivo y su capacidad para pasar de la calma a la tormenta. El quinteto no se reserva nada en un nuevo trabajo con siete cortes muy trabajados en los que explora los recovecos del post-rock instrumental. No hay demasiadas sorpresas dentro de lo que podemos esperar del género, pero casi todo está hecho con gusto, convicción y pericia instrumental.
La cinemática “Rodellar” pone las cartas encima de la mesa: arranque plácido lleno de tensión que desemboca en tormenta eléctrica de guitarras desgarradoras y coda atmosférica que vuelve a estallar hasta el desenlace. En “Corpus” exploran ambientes más oscuros y densos bajo un ritmo pesado, con melodías que por momentos se hacen matemáticas pero acaban rompiendo.
En “Malpas” engarzan bajo y batería en un bucle hipnótico y poderoso cuya tensión se va liberando poco a poco hasta explotar en forma de riff y parte majestuosa a lo Mogwai, una influencia que también asoma (junto a la de MONO) en “52”. La oscuridad compleja de “Atta Boi” y los once minutos de contención eléctrica en forma de mantra a lo Swans de la atmosférica “Wata” (de lo mejor del lote) rematan un viaje entre la luz y las tinieblas que vuelve a mostrar el poder de fascinación del incombustible género.
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