Exxasens vuelve al panorama discográfico con “Infinitum”, su octavo álbum. Pensar en que el símbolo de infinito es ni más ni menos que un ocho acostado, hace que la obra tome de inmediato un preciso carácter conceptual. Según el grupo el trabajo está inspirado en la multidimensionalidad de lo infinito, la grandeza inabarcable del espacio y el tiempo, o sea, dicho en modo más criollo, un ejercicio de existencialidad palpable en el tumultuoso día a día que vivimos, en el que conviven lo maravilloso de lo orgánico y lo potencialmente revulsivo de la inteligencia artificial.
Es importante introducir esta reseña con el texto predecesor porque lo que aquí suena es música tocada con gran ductilidad, claro, pero sobre todo con sentimiento profundo.
Desde un ímpetu completamente natural, los temas de “Infinitum” visten el clásico sonido post rock de Exxasens con una buena cantidad de guiños a otros estilos. Del modo que se edificaron estos híbridos estilísticos en la década de los 90 -con frescura e importante despojo de prejuicios- es que el disco toma y reformula referencias del progresivo (“Ad Astra” junto a Volkor X, que evoca emociones solemnes), del industrial (“Paradox”, un atractivo bicho raro de bombo en negras y reminiscencias a Rammstein), del incidental (la dramática y enérgica “Dystopia”) y hasta del djent (“Space Collapse” que también ofrece teclados climáticas en plan Faith No More, cosa que se repite con éxito en “The Rage of Robots”).
El disco cierra con “Infinitum”, una pieza de casi nueve minutos de gran espacialidad, con climas épicos y disonancias puestas en el momento exacto. Así concluye otro auspicioso trabajo del grupo de Barcelona, una entidad dispuesta a explorar lo emocional para plasmarlo de esta manera: visceral, contundente y cercana a lo trascendental.
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