La necesidad de tomarse un respiro y encontrar un pasajero momento de relajación subyace en la temática del nuevo álbum de Extraperlo, sin que exista un verdadero hilo argumental, pero sí un colchón sobre el que reposar tras la agitación. Ellos mismos han dicho que “Chill Aquí” es un disco de autoayuda, y aunque no conviene tomarse las cosas demasiado al pie de la letra, lo cierto es que frases como “qué difícil es quererse tanto sin hacer el amor” (“Ritmo privado”) invitan inequívocamente a hacer una lectura en clave de madurez, avanzando en la línea que ya mostraba su anterior trabajo, “Delirio Específico” (2012), y que a día de hoy contrasta con los bañadores, los cocktails y las palmeras de un primerizo “Desayuno Continental” (2009) que parece situarse más lejos de lo que marca su fecha de edición.
Bien visto, tampoco es que el grupo de Barcelona haya cambiado tanto. Lo suyo, aunque las letras sean más optimistas de lo que podría parecer, sigue siendo música triste para bailar, solo que ahora se muestra de manera más envolvente en lo general y con muchos más matices cuando descendemos al canción a canción. Es el pop sofisticado que ya conocíamos, pero con mayor empaque, recuperando puntualmente la coartada tropical (“No me toques por la espalda”) y subrayando los momentos más funk, como ocurre en “Mecánica moderna”, que acaba convirtiéndose en uno de los temas más pegajosos de esta entrega. Los 80 permanecen, aunque ahora sea más fácil pensar en Roxy Music que en David Byrne, mientras que la voz de Borja Rosal gana en nitidez, sin que ello suponga desprenderse de su característica gravedad en la onda de Germán Coppini.
En “Chill Aquí” no hay discotecas, sino un piano bar como el de la sorprendente “Klavier”, reivindicando su personalidad sin caer en la autocomplaciencia (algo especialmente significativo habida cuenta de que el propio Aleix Clavera sustituye a Pablo Díaz-Reixa en las labores de producción), firmando un ensoñador disco que remite más que nunca al chill wave, precisamente ahora que el género parecía enterrado. Frente a sus predecesores, quizá lo que más se eche en falta sea algún hit verdaderamente claro, aunque las sucesivas escuchas terminarán por devolvernos éxitos inesperados como “Algo distinto” -con ese ritmo tan machacón de entrada- o “La celosa” -con unos sugerentes punteos de guitarra-, el arrebato de “Lo nuevo y lo viejo” y la diversidad de “Ciudad oasis” (y su letra, con ese “el calor derrite todos los problemas” que anticipa un verano de sintes inagotables), dentro de un conjunto de elegancia contrastada al que conviene acercarse sin prisas para hacer bueno lo que dicen en el tramo final del disco: “Tengo la sensación de estar solo aquí mucho mejor”.
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