Le quitas el maquillaje y las melodías pop a Robert Smith, triplicas el dramatismo de su voz, le añades una percusión simple y omnipresente -herencia de Moe Tucker- y un piano de pared agudo y machacón. El resultado es el primer largo de The Walkmen, el nuevo proyecto de tres antiguos miembros de Jonathan Fire* Eater (los Strokes antes de los Strokes, según el NME) y de dos Recoys.
Se unieron al montar un estudio común en Harlem, donde han desarrollado un sonido slow rock guarro y saturado de órganos, creando una atmósfera que podría ser la banda sonora de una pesadilla. En este disco no hay lugar para el optimismo, como queda claro ya desde el mismo título, y sí para la poética del desencanto (“¿Por qué en las revistas de moda la gente parece siempre tan miserable?”, canta Hamilton Leithauser). Aunque les han encasillado en la rentable escena rock neoyorquina, se resisten a ser los últimos clónicos y se distinguen rebajando las revoluciones y con guiños al pop inglés de los ochenta.
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