Eucalyptus
DiscosAvey Tare

Eucalyptus

6 / 10
Jorge Obón — 22-09-2017
Empresa — Domino / Music As Usual
Género — Experimental
Fotografía — Archivo

Ocurrió. Animal Collective no saben cómo continuar con Animal Collective. Otras formaciones con una personalidad tan apabullante anuncian que se van para siempre, no vuelven a pensar en ello, y se reúnen, pongamos 15 años después, para pasar por caja reinterpretando las canciones que los hicieron imprescindibles pero son incapaces de decir algo nuevo. Ellos no han hecho ningún comunicado porque confían en encontrar en el futuro una pista con la que no imitarse a sí mismos. Solo están de vacaciones.

Pero no pueden estarse quietos, así que después de que Panda Bear se encontrara con el Grim Reaper en 2015, y se diera el pistoletazo oficial de salida a estas producciones apócrifas del colectivo, aquí tienes su segundo capítulo. Este no es el primer álbum en solitario de Avey Tare, pero sí es la primera ocasión en la que se muestra explícitamente contrario a proseguir por la senda de la sobreproducción del grupo madre. La idea es grabar un puñado de composiciones íntimas con la ayuda de la inspiración de paisajes de tierra y mar, y hacerlas lo más humanas posible. Donde manda el ritmo en Animal Collective, aquí quiere mandar el ambiente, infectado sobre todo por la melancolía. No hay batería. Mandan los ejercicios vocales y una colección de guitarras acústicas revoltosas e impredecibles como el batir del oleaje en la orilla. La voz pasa del vuelo melódico típico del Colectivo al quejío del folk más soterrado. La sensación general, por tanto, es como si se retomara aquella vieja idea de las primeras grabaciones del grupo de pervertir la música popular norteamericana por medio de la psicodelia. Eso sí, nos olvidamos del punk, y tratamos de que cada canción sea un retrato naturalista.

Con ello Avey Tare ha pretendido, por una parte, una escucha relajante, casi ambiental; y por otra, que cada uno de sus nuevos 15 títulos nos acerquen más a David Michael Portner, el ser humano que hay detrás de tanto rizo sonoro. Una ocasión así no habría que perdérsela, pero aunque se traten en profundidad los efectos de un corazón partido, no estamos ante una colección de caricias sonoras del palo de Iron & Wine, sino de una sucesión de ritmos rotos acústicos que aunque encierran momentos muy evocadores, terminan descolocando por su complejidad inabarcable. Si se pretende esa escucha ambiental, los saltos constantes de acento en el ritmo terminan impidiendo relajarse para que fluya la música. Si se pretende esa escucha compleja y concentrada, se pierde la inmediatez que pretende Avey Tare al no poder evitar demostrar que es parte de Animal Collective, aunque sea en acústico, y apabulla con tanta sucesión inacabable de detalles, que ya sean producto del azar o no, se hacen tan complicados que la distancia crece demasiado entre el oyente y el autor. Y vuelta al principio. Sobre el papel, la pretensión sensorial del álbum es apasionante, y el despliegue de paisajes propuestos vale más que algunos viajes transoceánicos, pero a pesar de que Portner haya conseguido desnudarse musicalmente, no lo ha hecho con sencillez o humildad, y uno termina pensando con cierta desazón que este es uno de esos discos que no hay por dónde coger como no sea con la percepción alterada, pero el mundo de la publicidad ya nos enseñó hace años aquello de “esto es lo que él cree que está pasando pero esto es lo que ocurre en realidad.”

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