Estopía
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Estopía

6 / 10
Yeray S. Iborra — 18-03-2024
Empresa — Sony Music
Género — Pop

La música con aroma a barrio, a grasa de motor y churros, a orgullo de clase, hace unas cuantas décadas que se inventó. De hecho, la industria la ha aprovechado sin miramientos una y otra vez para convertirla en producto de primera. Pasó con el flamenco, con la rumba, con la makina o con el trap. Todas las generaciones han tenido un artista que, en sus inicios repartía casettes –o similares– y olía a gasolina de Piaggio Typhon; la mía, tuvo a Estopa. Su disco homónimo de 1999 sigue siendo un tesoro. Deslenguado, divertido y ultra popular.

Desde entonces, Estopa se han situado en el olimpo latino. Un reino extraño en el que hasta hace bien poco la balanza decantaba hacia la música ligera, la balada, el flamenco soft o el rock más canónico. Ahora se han colado en él muchísimas más cosas, sobre todo caribeñas, por eso de que se haya desdibujado lo de los géneros para, lo alternativo y lo comercial.

En todos los discos de Estopa desde su debut han habido canciones que sonaban al derrape tan singular de sus inicios, al calorrismo sin producción. Sin tonterías. ¿"Corazón sin salida" (19)? Sin duda, "Pastillas para dormir" (15). Cuesta más encontrarlo en "2.0" (11), pero en "La primavera", tal vez. Por su puesto, "¡Hemicraneal" ("Allenrock", 08)! Y la cosa es más evidente en sus otros cinco álbumes. Lógicamente, todos ellos más cercanos al ya citado debut.

Extrañamente, "Estopía" es el disco en el que menos experimentos hay. En el que más canciones cercanas a sus inicios hay. Por goleada, eh. Palmas, guitarras alegres, mucho menos rock. Pero también hay una autoconciencia desconocida hasta ahora. Como si alguien le hubiese dicho: “David, Jose, que sois Dios”. Nadie dice que no. Pero parece el disco de unos Estopa a los que les han regalado mucho los oídos (¿tendrán la culpa sus últimos coqueteos con C. Tangana y demás?). El disco vive un intento desesperado por reproducir la rima y la velocidad de aquél disco debut y sucesivos. Pero en base a fórmula: "Pesadilla familiar", "No digo ná", o la canallita, primer single y un patadón largo de saque, "El día que tú te marches".

También hay incursiones vistosas y que camuflan el autohomenaje. "Mañana clara", por ejemplo, con un pie en Junco. O el tema con violines, descaradamente moderno en el concepto de canción: "Sin tinta en el boli". Esa "La ranchera" que podría gustar incluso a Guille Milkyway. O la que parece sacada de la BSO de Los Serrano con un punto de bulería, "Sola". Unos Estopa que, sea como sea, seguirán sumando con ese mundo utópico que han creado, un mundo a medida, muy influido por una nostalgia atrayente pero que no les llevará adelante.

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