El nuevo disco de Esperit! o como dinamitarse a uno mismo y recomponer los trocitos de alma esparcidos sin importar si encajan las piezas. Así se percibe una vez más el proyecto más personal de Mau Boada, espíritu intranquilo y rabiosamente creativo, habitante de otras bandas como Zeidun, Les Aus o Matagalls. En esta nueva parada vuelve al hogar con otro título sacado de la Grecia presocrática, esta vez a la zaga de la épica de Homero y su Ilíada. Como era de imaginar, su nuevo álbum sigue la tónica del libre albedrío, de la avalancha de entropía psicodélica que ha gobernado desde siempre su particular odisea creativa. Mau se olvida de cualquier corsé y prescinde de la rigidez de la regla; alimenta su universo de esquejes sonoros que crecen salvajes y caóticos. Cuida los efectos de temporada y los que no lo son, lo pretérito y lo vanguardista, lo rítmico y lo plano, lo concreto y lo abstracto. Un centrifugado estilístico que va del folk pachamamista al cool jazz, del synth power pop al funk galáctico.
A mi modo de ver, la gran diferencia entre Ilíada y sus trabajos previos como como “Heráclito” o “La Lluminosa”, el disco que grabó hace tres años con Negro, o La Lluminosa, su anterior obra de 2014, es que aquí los temas no se abrazan entre sí, no se miran unos a otros ni parecen inspirarse. Se manifiestan como realidades aisladas, jugando a una especie de parachoques sonoro que se desliza a base de bandazos y volantazos. Cada canción sugiere un punto de partida que serviría para grabar otro disco entero. Si acudimos a la metáfora, Ilíada sería como un monstruo de muchas cabezas que ruge desbocado, girando bruscamente el cuello para todos lados, echando fuego a doquier. Su estroboscópica sinergia ilumina el camino, que al final como sabe Mau y todos nosotros, es lo único que importa. No hay espuelas para este trabajo tan irremediablemente ingobernable.
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