Érase una vez en Jamaica

No parecía sencillo poner en orden todos los elementos, personajes, situaciones y entornos que conforman la presente historia; tampoco secuenciar el argumento o la temática (de suma complejidad intrínseca en cuanto a funcionamiento y organigrama oficioso) de manera ágil y precisa. La dupla formada por Loulou Dedola (guionista) y Luca Ferrara (dibujante) consiguen la proeza en buena medida, hasta lograr que el presente “Érase una vez en Jamaica” resulte tan entretenido en su propia lectura como esclarecedor cuando se trata de explicar, ubicar y desarrollar todo lo acontecido hasta llegar a aquel 22 de abril de 1978 en el que se celebró aquel histórico evento bautizado con el nombre de “One Love Peace”.

Un festival de reggae (el Woodstock del género) que contó con todas las figuras del momento, certificado por la actuación de Bob Marley & The Wailers y consecuencia directa del alto el fuego perpetrado por Claudius Massop y Bucky Marshall. Un fin que sirve a los autores como punto de llegada (y objetivo) para desarrollar la historia de aquellas bandas que, en la década de los setenta, lideraban las diferentes zonas de Kingston potenciando una sangrante guerra civil en Jamaica.

Con trazo realista y detallado y una concreción casi cinematográfica, Ferrara plasma, en cien páginas de viñetas a todo color, aquel guion para el que Dedola estuvo largo tiempo documentándose in situ, accediendo a varios de los protagonistas del presente volumen o fuentes cercanas a los mismos. Son los mismos nombres que aparecen en el cómic, entrelazando sus historias, compitiendo o colaborando para que la paz y el festival “One Love Peace” (dos cometidos confluyendo hacia un mismo fin) fuesen una realidad.

Desde los mentados gánsteres mutados temporalmente en héroes Bucky Marshall y Claudius Massop –ideólogos del alto el fuego y del regreso de Marley a su país desde Londres tras su intento de asesinato– hasta los políticos enfrentados Michael Manley (PNP) y Edward Seaga (JLP), pasando por el propio vocalista en momento álgido de fama y colegas de profesión como Peter Tosh o Bunny Wailer. Loulou Dedola y Luca Ferrara consiguen un relato mayoritariamente esclarecedor y cabe suponer que fiel a la realidad, dada la implicación casi obsesiva de ambos en el proyecto. Del mismo modo, la referencia oferta un valioso acercamiento a la cultura rastafary, destapando algunas de sus raíces, creencias, aficiones y prioridades.