Acaso sea verdad que Eneritz Furyak pretende hacernos sentir incómodos, alejarnos de la placidez de formatos más standart y adentrarnos en su mundo desnudo, de instrumentación austera y melodías minimalistas cuando las hay. Pronto nos cercioraremos de que no es esta una propuesta para todos los oídos: las convencionales estructuras de la canción moderna dejan aquí de tener mucho sentido. No hay profusión de esquemas tradicionales de estrofa-estribillo-estrofa ni progresiones armónicas al uso. Una sobria guitarra nos marca el camino en un juego de efervescencias provisionales y líneas vocales que nos mantienen pegados a la canción hasta su -en ocasiones- brusca resolución.
Autora de todas las músicas, ella misma añade suaves capas de teclados y efectos varios, y hasta dobla su voz en alguna ocasión, para breve regocijo del oyente. La introducción “Emadan”, que no llega al minuto, nos sirve de ídem y de presentación de su nuevo universo, quizás no totalmente nuevo en su trayectoria. La podemos ubicar, si así lo deseamos, en aquel minimal folk que visitó Mikel Laboa en su día en “Suhartzea”: guitarra desnuda (como todas, es verdad), destellazos rítmicos de pulso constante y pequeños detalles en forma de efectos varios que, de tan sobrios, se revelan como accesorios aunque enriquecedores.
Ocurre que en delicias breves como “Beltzaile” y “Hondartza bat estolderietan” se deja translucir una vocación (si queremos remota aunque perceptible) de proyección a la escena del pop para todos los públicos. Comentario tal vez innecesario este último, aunque si de capacidades hablásemos, quizás la joven de Irun nos pudiera dar más de una sorpresa. Y a un nivel más general, cabría destacar el cuidado en la pronunciación y el fraseo de las líneas vocales, muy marcadas y reforzadas en todas las pistas de este trabajo. Representa la guitarra de “Jaio aitzin” un perfecto resumen de todo el hilo argumental de este disco, con sorpresa en los dos minutos finales a cargo de una reconfortante instrumentación bien ornamentada, dadas las circunstancias.
Mantener el pulso es una de las herméticas cualidades de estos temas, y así lo atestiguan “Historia” y “Sinkropredazioa”, con sus grandes dosis de delicada brillantez. “Sua” y “Junco” se rebelan como modestamente convencionales, al menos en parte. Es cierto que la primera nos regala una melodía asimilable a la escena pop/folk aun cuando la desnudez de su guitarra nos recuerde de nuevo a Mikel Laboa, y que en sus últimos tres minutos explote modestamente y con una intensidad reseñable. La segunda despliega una melodía que se hace querer acompañada de guitarra y piano, convirtiéndola en la más firme candidata a single. Un regalo.
“Panoptikoa” posee también dosis de misterio y plenitud, con una sobria orquestación que, unida a una agradable melodía, supone un epílogo bastante elegante. Eneritz nos brinda lo mejor de sí misma en este trabajo, mas es seguro su progresivo ascenso a cotas aún más altas.
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