Crocodiles es una de esas bandas que mola conservar como secreto para unos pocos. De sonido y actitud underground y pretendidamente minoritarios, sus canciones, sus letras, su look, su propio concepto como banda parece destinado a ser culto solo para connoiseurs. La mayoría los conocimos a partir de su segundo “Sleep Forever”, de hace dos años, si bien ya habían editado “Summer Of Hate” un año antes y llevan cuatro produciendo esa amalgama de noise pop, rock surfero y punk garajero que atrapa a casi todo aquel que acaba llegando a sus canciones. Si de “Sleep Forever” se nos adhirieron a la piel temas como “Mirrors”, “Stoned To Death” y la propia “Sleep Forever”, ahora cogen el relevo “Sunday (Psychic Conversation #9)”, “My Surfing Lucifer” o un título tan sugerente como “No Black Clouds For Dee Dee”. El dúo que nos visitó en la gira de hace dos años, Brandon Welchez y Charles Rowell, se ha convertido ahora en quinteto, pero ello no les hace menos crudos ni más accesibles. Tampoco el haber dejado su natal San Diego para grabar en Berlín les ha hecho perder el sabor a salitre que escapa de sus melodías. Echo & The Bunnymen, The Jesus & Mary Chain o My Bloody Valentine están ahí; también la propuesta de Best Coast puede parecer próxima, pero Crocodiles no propone un sol eterno como parece que preconiza el dúo de Los Angeles; el suyo es un verano también compuesto de turbulencias, nubes y decepciones.
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