Moonlit Reveries
DiscosElena Setién

Moonlit Reveries

8 / 10
Kepa Arbizu — 06-03-2024
Empresa — Thrill Jockey Records
Género — Pop

En la música, el concepto de experimentación -y su lista interminable de sinónimos- muchas veces es esgrimido bajo el mismo sentido que contenía el irreverente poema de Ángel González, lanzado contra aquellos bardos que se prueban metáforas como sostenes con el único fin de verse grácil ante el espejo y conseguir la instantánea admiración del observador. Sin embargo, hay para quienes ese osado término es parte consustancial a la propia naturaleza de su propuesta, como en el caso de Elena Setién. Una biografía, personal y artística, marcada por una acumulación de aprendizajes, alimentada tanto de sus diversas residencias en el mapamundi como de un currículum al que se suma el dominio de la música clásica y su participación en combos asociados al jazz, que desemboca con total lógica en una manera fascinante y particular de acometer el pop. Un lenguaje que observa bajo una continua regeneración en cuanto a absorber circunscripciones genéricas variadas o ubicándolo en espacios temporales presentes. Una difuminación de fronteras que nos sitúa sobre un mapa delineado por un característico entorno tenso pero exhibido con sutilidad.

Particularidades de una carrera que en su nuevo disco también señalan a su propio germen inspiracional, encontrado en la fascinación de la donostiarra por los latidos rítmicos del batería de Wilco, Glenn Kotche , agrupados en su serie “A Beat A Week”. A partir de ese entusiasmo, la colaboración entre ellos, sumada a la de su habitual compañero en las labores técnicas de grabación, Mikel Azpiroz, configura el eje vertebrador de un álbum que inevitablemente acoge un relativo mayor dinamismo. Aligeración del paso en la que también ostenta un papel esencial el intercambio de su habitual instrumento prioritario, el piano, por las seis cuerdas, una nueva afinidad espoleada por el conocimiento, previa recomendación de Steve Gunn, de la obra de Bridget St. John, de la que toma esa noción de reposo y espacialidad para terminar de perfilar sus actuales canciones. Elementos que entablan una relación lo suficientemente fértil como para definir con precisión identificativa un trabajo que pese a ello en ningún momento deja de ser un eslabón más en el reconocible y admirable terreno conquistado por Elena Setién a lo largo de estos años.

Contar como antecedente directo de su novedosa publicación aquella gestada en tiempo de pandemia, “Unfamiliar Minds”, y que se mostraba especialmente oscura en la transmisión de esa incertidumbre global, hace que “Moonlit Reveries” se presente a si misma como la confirmación de un recorrido que parece haber dejado dicha perturbación para situarse en un territorio despojado de tantas sombras y con herramientas suficientes como para atisbar pedazos de cielo. Y no sólo en un sentido simbólico, porque el álbum tiene como telón de fondo para esos habituales paisajes oníricos de los que es dueña la donostiarra todo un complejo escenario medioambiental, donde cada uno de sus elementos parecen ser invocados como respuesta a la inquietud que con tanta apremio monopoliza nuestro caminar. Paisajes no sólo descritos líricamente sino trasladados a unas piezas sonoras que ejercen al mismo tiempo de fotografías o cuadros que se escuchan, por supuesto, pero también se observan.

Aunque ese vetusto rasgar de guitarra, coterráneo de John Fahey o Bert Jansch, se presentará como protagonista -no absoluto- a lo largo de este itinerario, alternará intensidades en su pulsación ejerciendo de constantes vitales asociadas a cada tema, suspendidos por lo general en un también cambiante ecosistema que en su inquietante pero sugestiva formulación conceptual se hermana por igual a Mary Lattimore, Jim O'Rourke o Tindersticks. Una impetuosa ejecución de esas seis cuerdas en “Hard Heart” que se sumerge en un espacio de bucólica serenidad – con in crescendo atmosférico y perturbador- del que sobresale una interpretación de Elena Setién dictada con claridad desde un primer plano. Un instrumento, vocablo perfectamente aplicable a su voz, que será manejado con ductilidad hasta convertirse en rector del clima emocional, como demuestra la trémula entonación, tan característica en PJ Harvey, escogida para ofrecer más sentido todavía al título de “Strange”; el susurrante intimismo que despliega “Losing Control”, una vindicación a obviar el miedo a cometer errores arrastrados por nuestras entrañas, o la elegancia de corte reflexivo que demuestra su tema homónimo.

En eso paso más desenvuelto con el que muchas veces se desplaza este disco mucho tiene que ver la selección de unos ritmos percusivos de agilidad jazzística que harán de secuencia introductoria a una “Surfacing” de eco penetrante y fantasmagórico o el latido tribal con el que guía los destinos de “Asking” hasta llevarla a la profundidad de los Apalaches. Brújula geográfica que será volteada hasta orientarse a las bahías brasileñas por las que parecen transitar esos “Coloured Lizards” o incluso la vaporosa, con reminiscencias soul manifestadas como si de una hipnótica Nina Simone se tratase, “Peculiar”.

Cualquier creador tiene como aspiración máxima el deseo de convertir en totalmente ineficaz la definición de su trabajo a través de categorías estandarizadas. Un logro del que sólo pueden vanagloriarse unos pocos escogidos, aquellos que transforman su propio nombre en el único concepto válido para desentrañar sus características, situación privilegiada que ostenta este trabajo como toda la carrera de su autora. “Moonlit Reveries” es otra subyugante puerta de entrada al copioso imaginario musical de la donostiarra, un espacio al que sólo se puede acceder de su mano, y que se trate de un trabajo de mayor ánimo vitalista significa que sus huellas, presas todavía de ese desasosegante misterio existencial, parecen haber descubierto ciertos atajos hacia la serenidad.

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