El nuevo trabajo del maestro lleva un sello cien por cien estadounidense. Y no solo porque se haya dedicado a recuperar una vez más sonidos arraigados a la construcción de esa gran nación crisol de culturas. También porque ha centrado la temática del álbum en la situación política que atraviesa su país, en el que las elecciones están a la vuelta de la esquina y las opciones parecen cada vez más distantes entre sí. Y máxime con un Obama que no puede despegarse del centro y unos republicanos que tienen que rectificarse a ellos mismos cada vez que alguien de Tea Party lanza una bravata que pone a temblar a los liberales de las grandes ciudades. En fin . El caso es que el menudo guitarrista, con la única ayuda de su hijo en los tambores, se ha dejado llevar y ha tejido nueve canciones de raíz (folk, blues, country...) para construir una serie de historias al más puro estilo Randy Newman que dejan bien claro cuales son sus afinidades políticas y pega unos cuantos palos a los republicanos de un nuevo cuño que huele más a naftalina que nunca.
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