Desbarajuste Piramidal
DiscosEl Último De La Fila

Desbarajuste Piramidal

7 / 10
Fran González — 08-01-2024
Empresa — Warner Music Spain
Género — Pop

Aunque el calendario se encargue de recordarnos que hace ya más de un cuarto de siglo desde que la formación conformada por Manolo García y Quimi Portet dejara de computar sus partidos a dobles, las canciones de El Último de la Fila gozan de una enigmática magia que les ha permitido continuar estando presentes en el acervo patrio, como una marca generacional e indeleble que ni el tiempo ni la tontería han logado desquitarnos. Pocos referentes tienen el decoro de envejecer de semejante forma, librándonos de huidizos rehusos o absurdas etiquetas que expíen nuestros pecados (¿guilty pleasure de qué?), y bien sabemos que su sombra, con más o menos evidencia, ha dejado un poso en el presente de nuestra escena del que muchos deberían rendir cuentas y reconocer sin medias tintas.

Por ello, acontecer al reencuentro de una de las parejas más carismáticas e influyentes del pop español es a todas luces una buena noticia que ni el cinismo más crítico puede atreverse a contrariar. Reticentes durante estas dos décadas a colarnos un simple recopilatorio de grandes éxitos o una mera y vaga reedición, la dupla catalana sabía que, de volver al ruedo, sería con un apasionante leitmotiv bajo el brazo. El de “Desbarajuste Piramidal” (23) no es otro que el de celebrar su unidad y revisitar la historia de dos amigos y confidentes desde un prisma presente, en ocasiones hasta desconcertante y anárquico, pero sobre todo deudor de una senectud que les obliga a echar el freno y apostar por una renovada sobriedad por cuestiones de evidente motivo. Estos cambios de tono se materializan en nada menos que veinticuatro “nuevas” canciones que, según han contado sus responsables, nacen al candor de ciertos encuentros confidenciales, improvisados y despreocupados, pergeñados a lo largo de dos años de trabajo que han estado marcados por el ensueño de verse otra vez juntos en el estudio y por ese desenfadado deseo de ir a tiro fijo y huir de complicaciones, tan marca de la casa.

Ha sido precisamente ese clima exento de ambiciones lo que les ha llevado a firmar este deliberado artefacto sin pretensiones en el que vemos a Portet y García gustándose con autocomplacencia y haciendo lo que les da la gana con sus clásicos (que para eso son suyos), elevando muchos de ellos a una elegante nueva categoría sonora y dejando otros del todo desprovistos de los encantos que poseía su desinencia original. Hay altibajos para todos los gustos, sorpresas que son balsámicas (“Dios de la Lluvia” o “Sara”, que no solo sobreviven, sino que se re-conjugan con excelencia) y desilusiones que echan agua al vino (como la irreconocible “Como Un Burro Amarrado en la Puerta del Baile”), pero lo que está claro es que la formación parte con el encuentro ganado, en tanto que saben bien estar jugando la contienda con un once de gala y con histórico tirón.

La simbiosis entre ambos, intacta y ajena al paso del tiempo, no quita que el oyente pueda atestiguar la disociable brillantez de los señalados por separado, quedando una vez más patente la pericia de Portet a la guitarra (la paleta de colores de “Dulces Sueños” o la distorsión pesada de “Lejos de las Leyes de los Hombres” hablan por sí mismas) y la dulce luminosidad que los años le han otorgado a la voz de García (conmoviendo como nunca en “Mar Antiguo” o “Llanto de Pasión”). Sin dejar de sentar cátedra, también les vemos vacilar a la hora de añadir arreglos de cuestionable aporte (las cajas de ritmo y el cambio de tono en “Lápiz y Tinta”, que la convierten tristemente en todo un trampantojo, son una prueba de ello), como tampoco se nos escapa que el cómputo global de su entrega exceda en esa tonalidad semi-acústica que homogeniza hasta el abuso y la planicie su montante final. Y es que, contaminados por la vis original de las piezas, reconocemos sin pudores la dificultad inicial que puede suponer comprar la fórmula que tiñe ahora estas dos docenas de canciones, llevándonos en ocasiones a poner en entredicho muchas de las decisiones tomadas durante su producción y redefinición.

No obstante, por encima de inventivas de laboratorio, prevalecen esos textos incunables de lenguaje retorcido con dobles y hasta triples sentidos que son sus legendarias letras. Supervivientes a cualquier terreno desorbitado y fieles agentes testimoniales de este ejercicio que es “Desbarajuste Piramidal”, que ante todo demuestra la honestidad y la valentía de dos artistas que no dudan dos veces a la hora de encarar la compleja tesitura de revivir algo perfecto que ya pasó. Con todo, ni el tibio resultado de la disertación de este reencuentro ni la incierta continuidad que pueda aportar el mismo diluyen la ilusión por corear de nuevo sus emblemáticos himnos, grabados a fuego por siempre jamás en nuestra psique y que se han convertido ya en el tácito e indiscutible lugar común para oyentes de todas las edades, colores e ideas.

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