Entre las muchas cosas que se escapan a la lógica está la falta de reconocimiento de Cohete, un grupo que nos dejó unas cuantas canciones memorables, pero cuya repercusión no pasó nunca de un circuito muy limitado. Esto ha pasado, pasa y pasará siempre, pero es que escuchando de nuevo canciones como “Un niño más” o “A gogó”, ambas en el estupendo “Hurra” (2013), es inevitable pensar en lo que pudo ser y no fue. En fin, que tampoco vale de mucho dar vueltas a esta historia, más aún si estas líneas vienen a cuento de que Enrique Godino (Cohete, Jonson & Jonston, Detergente) está de vuelta con un nuevo proyecto, tirando de su primer apellido y acompañado de viejos conocidos (entre otros, su hermano Jaime -que en los noventa formó parte de Patrullero Mancuso, gloria bendita del pop de aquí).
Por cercanía en el tiempo, y también porque Godino era el principal compositor en Cohete, las comparaciones con la banda madrileña son inevitables. El cambio más evidente es que estas canciones no siguen a pies juntillas el camino de perfección que sí se rastreaba antes, sino que se muestran más desprejuiciadas. A veces también con una sensación de obra inacabada, aunque manteniendo el encanto de siempre, lo que se traduce en diez escenas que se pasan en un visto y no visto, con una inmediatez que te acaba acompañando casi sin querer, a ritmo de un omnipresente piano trotón. Así, como si tal cosa, “Tres cafés” se instala como una canción perfecta para empezar el día, con un regusto clásico que se mantiene hasta el final. “Cuenta hasta diez” o “La vida en el campo” esconden igualmente pequeñas historias sin importancia con las que identificarse sin pensárselo mucho, haciendo de esa falta de pretensiones la mayor virtud de un disco que vuelve a poner de manifiesto la facilidad de su protagonista para recrear ese pop atemporal de inspiración sesentera que, de tan natural y vitalista como resulta (“Una historia corta”, “Nos vamos”, “A contramarcha”), a menudo dejamos pasar de largo.
No parece que con este álbum -publicado por Discos Walden en edición limitada en vinilo, además de descarga digital- vaya a llegar el momento de la justicia poética (y mira que lo merecen composiciones como “Aquel rapapá”, rescatada de una primerísima etapa en Los Royalties, hace veinte años), pero ya estaría bien con que por un momento diéramos al play sin otro objetivo que pasar un buen rato, consiguiendo que la nostalgia no se conjugue en pasado, sino pensando en lo que pueda estar por venir.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.