Después de liderar Úrsula durante años, pasando del slowcore de sus inicios al paisajismo instrumental de la última etapa -que se cerró en 2010 con “Hasta que la soledad nos separe”-, David Cordero continuó ese proceso de depuración y exploración de sí mismo en bandas sonoras como “Emma” o la firmada para el documental “Orensanz”, afianzando su propuesta en sonidos ambientales que ya antes habían formado parte de su lenguaje. Ahora, en su debut para el sello japonés Home Normal, el músico gaditano -que forma parte además de proyectos como Viento Smith o Jacob- se apoya en la fascinación por el mar -uno de los grandes temas en cualquiera de las manifestaciones artísticas- para hacer un recorrido sonoro por la costa vasca y andaluza. El encantamiento tiene poco que ver con la épica de las jornadas en alta mar, de manera que sólo cabe acercarse a él a través de una mirada en calma de las distintas playas que recoge este álbum: imágenes en movimiento que parten de grabaciones del sonido del agua en un momento determinado para después completar ese recuerdo con pianos y guitarras en minimalistas secuencias que se detienen en el detalle.
Son temas que, desde su personal desarrollo, comparten el código estético de Tim Hecker o Stars of the Lid, de los discos de Fennesz y Ryuichi Sakamoto, y de otros nombres como los de Federico Durand, Chihei Hatakeyama o Richard Skelton. De forma más amplia, el ambient de “El rumor del oleaje” encaja en la teoría de los paisajes audibles del compositor canadiense Murray Schafer, apelando a la memoria sonora y, en último término, a un sanador recogimiento.
En “La Casería - San Fernando” aparecen vientos que aportan colorido, siempre con movimientos sutiles, en un ejercicio de equilibrio que se prolonga en “Ereaga - Getxo”, mientras que “Hondartzape - Mundaka” ofrece un sonido más luminoso, levemente vibrante, llevado por las guitarras, aunque sin abandonar el tono general de un álbum que es más evanescente que hipnótico. En su trabajo como ‘soundscaper’, Cordero también ofrece momentos de bruma (“Faro del Trafalgar - Barbate”), renunciando a la violencia física de las olas para quedarse en ese rumor que subraya el propio título y que acaba creciendo hasta desaparecer en “Gaztelugatxe - Bermeo”, la última de las ocho piezas de este disco que construye emociones desde la contemplación.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.