De partida, el reto no era fácil: documentar fugaces destellos de vida, pequeñas cosas que no siempre están bien dispuestas y registrarlas en caliente, en ocasiones tan sólo con la ayuda de una guitarra, para no perder la urgencia del momento. Un experimento suicida que requiere tanto de disciplina como de genio, algo de lo que Joaquín Pascual anda más que sobrado.
“El ritmo de los acontecimientos” surge en un momento de desengaño, pero no se abona a la terna de obras de ruptura autocomplacientes. Cascarrabias e irónico, pero más valiente que nostálgico, Pascual pega un puñetazo en la mesa para reivindicar que, más allá de circunstancias, lo importante ahora y siempre son las canciones.
Aquí están algunas de las mejores que haya compuesto nunca, ya sea en forma de minimalistas nanas (“Una pena de camisa” o “Descansar”) o saturando las melodías a conciencia con toneladas de reverb (“Sólo te pedí un cigarro” y “Jugando al escondite”, que contienen las guitarras más enfurecidas que haya grabado en años).
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