El primer disco (Reedición)
DiscosLa Estrella De David

El primer disco (Reedición)

9 / 10
Enrique Peñas — 25-10-2016
Empresa — Sonido Costa Verde
Género — Pop

Las circunstancias de los últimos días han hecho que “C’mon Rajoy”, aquel tema que formaba parte de “Victoria Principal” (El Ejército Rojo, 2005) -el último álbum de Beef-, renueve su vigencia de una forma que hace doce años no podíamos ni siquiera imaginar. La sarcástica e incisiva letra de esta canción (“Lentamente, con paciencia / despertará la conciencia / del amanecer del mono / y de su final”) se revuelve hoy con maneras proféticas, revelándose también como uno de los temas que mejor define la transición entre el grupo de Sant Feliu de Llobregat y la creación de La Estrella de David, que poco después debutaría (repitiendo lanzamiento con El Ejército Rojo, el pequeño sello que habían montado Jota y Manu Ferrón) con este álbum de título incierto (¿“El primer disco” o “La estrella de David”?) que ahora recupera en vinilo -500 ejemplares en edición de 180 gramos y carpeta desplegable- Sonido Costa Verde. Un acto que podría sonar a reivindicación si no fuera porque a su protagonista, David Rodríguez -desde hace tiempo dedicado principalmente a la producción-, se le ha visto más cómodo en un papel de anacoreta ajeno a todo tipo de celebración.

Si Beef fue una anomalía en una escena con tendencia a la repetición, y apenas “La Bohème” (Elefant, 2002) y “Victoria Principal” amagaron con cambiar ese estatus y llegar a un público más amplio, su historia se cerró -con el EP “La Transición” (El Ejército Rojo, 2006) como última entrega- para dar paso a este proyecto en el que continuamos encontrando una absoluta singularidad, mezcla de chatarra y brillo. Frente al amor total de “Maracaibo” (Canadá, 2011), “El primer disco” es un álbum de romanticismo averiado, salpicado de escenas naturalistas y un sentido del humor que no pretende ser simpático, por mucho que el chascarrillo puntual pueda llevarnos a pensar lo contrario; en realidad, esa media sonrisa que provocan temas como “Poyeya es presidente” o “Vejaciones en la Costa” (con letra de Luis Troquel) es solo la antesala del desconcierto general: de repente, la sensación de acabar con todas las reglas posibles, juegos de palabras, feísmo consentido, inteligencia, ambientes crepusculares, ingenuidad maximalista (“La chica más guapa de España”), el sonido de la interferencia de un móvil (“No hacía falta”), sardanas y verbenas populares. Solo en un contexto semejante puede encajar una mención a Sadam Hussein con un estribillo mágico que acaba dando paso a una entregada declaración de amor (“Tú lo que tienes que saber”).

David Rodríguez construyó sin artificio un descreído universo que aún resulta tremendamente coherente en su desorden, convocando en sus canciones (ya sea por separado o todos a una) a Daniel Johnston, Mark E. Smith y Poch, al tiempo que años después el influjo de su obra se ha visto reflejado en nombres como los de Hazte Lapón, Tigres Leones, Joe Crepúsculo o Los Punsetes. “El primer disco” es sobrio y también deliberadamente teatral en cortes tan opuestos -al menos a priori- como “No es fácil”, sobre un fondo descacharrado y crudo, o “Bellísimos”, con voz de Guille Mostaza. Un trabajo autorreferencial (hasta se dedica “David”, cantada por Miriam Romerito), coronado por una de las mejores canciones pop de los últimos años, “Tremendas amazonas” (especialmente en su versión reposada), con una letra que de nuevo resulta esclarecedora, más allá de relatar el día después de la pasión: “Quédate aquí y cierra la puerta / que ahora el mundo vuelve a dar asco”. El consuelo, en esta orilla, es que estos temas permanecen para siempre. Es verdad: no te abandonan.

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