Hace un par de años, lo más fácil hubiera sido pronosticar que el quinto disco de Interpol se quedaría en el limbo, abandonado entre los proyectos personales de Paul Banks, Sam Fogarino y Daniel Kessler. Incluso que el grupo acabaría desapareciendo lentamente, apagándose tras la marcha del bajista Carlos Dengler. No había demasiadas razones para el optimismo y, a fin de cuentas, tampoco parecía que nadie los fuese a echar demasiado de menos: la fiebre que provocó “Turn On The Bright Lights” (2002) se antojaba ya demasiado lejana y las dos últimas entregas de Banks y compañía tampoco habían hecho mucho por reactivar el interés, hasta el punto de que el anuncio de un nuevo álbum provocaba, más que otra cosa, una mezcla de escepticismo y pereza. Una sensación parecida a la que uno experimenta cuando recibe la invitación para unirse a un grupo en Facebook de antiguos alumnos; te quedas mirando la pantalla, piensas en la de tiempo que ha pasado, haces una mueca de moderado desinterés y al final, casi siempre, aceptas.
La sorpresa viene cuando das al ‘play’ y lo primero en sonar es “All The Rage Back Home”, una canción oscura y poderosa que nos devuelve la versión más reconocible de Interpol, con una intensidad que parecía olvidada y, sobre todo, una línea melódica que promete dar grandes alegrías en sus conciertos. No será la única, porque “El Pintor” contiene muchos minutos que en directo deberían funcionar como un tiro. La fórmula no tiene demasiado misterio: aquí no hay experimentos ni cambio de rumbo, sino un feliz reencuentro con su pasado, sin necesidad de que hayamos tenido que asistir a un nuevo revival post-punk. Han encajado las piezas en su sitio (guitarras sinuosas, juegos melódicos, atmósferas densas, la voz arrastrada de Paul Banks: nada nuevo, pero mejor resuelto), lo que no siempre resulta tan sencillo. “My Desire”, “Anywhere”, “Everything Is Wrong” o la más cambiante “Breaker 1” se mantienen en primera línea, y es entonces cuando este quinto disco empieza a crecer definitivamente. Y ello pese a que “Same Town, New Story” no acabe de funcionar o que “My Blue Supreme” resulte un tanto sosa, pero es que aún están por llegar “Tidal Wave”, que da un perfil más arriesgado, o “Twice As Hard”, tirando de épica contenida -como en los mejores tiempos, y no sólo por las intenciones- para rematar un trabajo muy por encima de lo que la lógica más perezosa invitaba a pensar.
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